La chiquillería es a la humanidad lo que la poesía al idioma: es imprevisible, rompe reglas, poca gente la entiende y casi nadie tiene tiempo para ella.
Aquí, una vibrante y dulce criatura que ya tiene un año, nos propone unas actividades para que aprendamos a vivir un poco más como personitas (y un poco menos como ratas de laboratorio neoliberal). Solo con ser leídas, ya pueden tener el efecto de rejuvenecernos el alma y arrugar el contrato diabólico que nos obligaron a firmar.
– Siéntete obligada a bailar cada vez que oyes ritmo, y baila
– Explora a placer cada nuevo territorio en que te encuentres, sin vergüenza alguna
– Relaciónate con (casi) todo el mundo desde la creencia de que quieren lo mejor para tu integridad y equilibrio
– Mira bien fijo el dedo que señala, en lugar de lo señalado…
– Registra todos gestos y hasta los mínimos cambios de expresión de las personas más queridas
– Chilla con ganas cuando te alivia
– Ríe y llora con todo el cuerpo
– Estudia bien lo que comes antes de engullir
– Componte una canción propia especial para hacer de vientre
– Métele a la gente los dedos en el ombligo impunemente
– Exige compañía y juego a gritos. ¡Que no te procrastinen!