Rebeca en desmadre

Rebeca surge de una madre rebanada que le dice, según nace, que ahora debe ser buena para quedar bien con la familia. Ante todo, siempre, quedemos bien. Para presentársela a la abuela en el paridero, a Rebeca le tapan con coloretes y pote los chorretones y rojeces del parto. Y así crece, Rebeca, lanzada a la fría estepa con un manto de pintura blanca (para exteriores y techos) como su única prenda de abrigo. Ay, qué vida la de Rebeca desmadrada. Cuánto dolor-amasijo macerado en silencio y aullido ventral. Gallinejas laceradas, niña sacrificada en el altar de la clase. Chiquilla linda, cabra loca, siempre leyendo, pasando páginas-andén, sumerge en ellas la cabeza por si llega un tren que la saque de esta vida de humana miseria, y tecnológica gloria.

La infancia de Rebeca huele a gasolinera, a nuevo y a freidora enfriando. Y suena como chisporroteo de tacones en el asfalto-condena de un pedorro madrid gris.

Cuando Rebeca puede, se va de casa. Cuando le alcanza, se va de españa. Buscarendijas. Revientacentros. El caso, ante todo, es irse, y no quedarse, ni bien ni mal, movimiento iterativo de fuga en cada gesto, en el backstage de cada idea, de cada beso, de cada caña y pasión. El desmadre, siempre, como único atanor, u horno de alquimia.

Pasan los años de a poco, y Rebeca pues… va y se enmadra. El desdesmadre que trae el maternar se vuelve (se tiene que volver) tierra de arraigo para ella, para criatura, para todo lo que tiene que ser levantado en un suelo hostil si se quieren sostener, proteger, las v(ulnerab)i(li)da(de)s. Rebeca busca afanosa y va juntando cuentas, cualquier materia vale,  para el telar en que ir paciente y trabajosamente elaborando un enmadrarse desde lo que había sido cruda y vilmente desmadrado de raíz. El tapiz no cubrirá las siete leguas que le quedan, pero Rebeca sana, culito de rana, ya va sanando.

 

Mi amor, rey mío

Pensando en términos de poderes, derechos y privilegios, y atormentada por la relación con el padre de la personita, que no funciona (ni siquiera en su modalidad actual de lleguemos-a-acuerdos-por-el-bien-de-la-cría-pese-a-que-no-nos-amemos) he podido observar que la mayoría de los conflictos que hay en casa se originan en su inconsciente defensa a ultranza de uno o varios de los privilegios siguientes y mi resistencia felina a considerarlos aceptables o mantenerlos en la oscuridad opresiva de lo no-llamado por su nombre.

Son creencias arraigadas en la socialización segregada por géneros, en la ideología de reyes y cenicientas en que nos formaron, y están en el fondo de muchos de los desencantos que otras comadres padecen; no son individuales, no son mi problema: son un cáncer social.

 

  • Privilegio de priorizar su carrera y su descanso a la hora de organizar el tiempo común. Y ya lo que sobre en tiempo y energía, ya veremos cómo lo reparto (yo, jefe de mis recursos, decidiendo solo y esperando crédito cuando soy generoso con el resto). El problema de esta creencia es que, por ende, la compañera se ve obligada a priorizar todo lo que él deja por hacer, y ya en los huecos que queden, atender sus intereses, su carrera, su descanso (que, como es lógico, no llega nunca).
  • Privilegio de concentrarse en una tarea y llevarla a cabo según el objetivo propuesto. Allá te las apañes tú con la criatura o lo que vaya surgiendo, chata.
  • Privilegio de hacer solo una cosa a la vez, sin necesidad de multitasking, y criticando además a quienes estamos siempre en mil ajos. Si tú, varoncito, solo estás a lo que estás, a lo que te interesa estar, alguien tendrá que estar a todo el resto, ¿no crees?
  • Privilegio de beneficiarse de un grupo social sin invertir tiempo ni recursos en cuidar las relaciones. Joé, qué pesada que soy siempre con invitaciones, cafés, fiestas y comidas, comprando regalos y tratando de dar apoyo al vecindario afectivo que nos rodea. ¿Pero quién nos ayuda a nosotros, pachá mío? ¿Quién te ayuda a ti, mi amor, a encontrar trabajo, a hacer entrevistas, a colgar estanterías? Esto es como el hijo, igual: privatización de los esfuerzos por parte de la mujer para poder luego socializar los beneficios.
  • Privilegio de esperar órdenes, de no estar al cargo ni coordinar los asuntos que considera que no le atañen directamente: la casa, la crianza, las relaciones sociales. Pero no se le puede llamar machista, porque él sí contribuye, él hace ciertas cosas según el…
  • privilegio de escoger las tareas del hogar y la familia que no le son desagradables. El resto, pa ti, morena. Y no te quejes,  ¡pero si vamos a medias!
  • Y, por fin, el más importante, una vez el conflicto ha estallado, se impone majestuoso el privilegio de defender que el criterio único, la lógica, el sentido común que han de prevalecer en la discusión sea el que emana de uno mismo. ¿La prueba de que lo suyo es lo correcto? La cultura androcentrista y patriarcal que lo respalda. Es muy fácil tener razón cuando la idea de razón se ha hecho a imagen y semejanza de uno. Cuando ‘razón’ significa cuerpo masculino agresivo invisibilizando emociones, pulsiones, realidades y necesidades propias y ajenas no contenidas en el discurso de lo hegemónico postindustrial. 

 

Hace poco leía en este libro que en una escuelita sueca se había visto a una niña pelándoles sistemática y diariamente la fruta a sus compañeros varones. No sé, en realidad, hacia dónde vamos porque las señales son equívocas. Por un lado proliferan las buenas noticias desde la consolidación del feminismo en nuestras sociedades; por el otro, la segregación rosiazul avanza a pasos agigantados y no deja títere con cabeza, haciéndome temblar cuando pienso en las consecuencias que esta violencia tendrá en las relaciones entre los género en el futuro.

No puedo parar la sinrazón con mis pequeñas manos, no puedo hacer más que volcar mis angustias en este rincón perdido de internet. Bueno, eso, y que la mandarina, rey mío, te la vas a ir pelando tú.

 

(Nota: imagen compartida en el grupo de Telegram Comuneras Feministas, a cuyas administradoras no sé cómo contactar)

Hijos y gintonics. Respondiendo a Natalia Haro

Ha sucedido de nuevo. Otra vez aparecemos en entredicho, convertidas en un estereotipo, infantilizadas, reducidas a un tópico, borradas, desoídas… en un medio feminista. ¿Y por qué? Porque decidimos que del coño nos saliese una vida. Lo tenemos merecido, ¡eso nos pasa por madres!

Natalia Haro: las mujeres que parimos y criamos no podemos ser representadas como o una cosa o la otra, como tu analogía de las dos amigas pretende transmitir: o gintonics o sacrificios. Las mujeres, maternemos o no, (sobre)vivimos en una encrucijada de discursos, biopoderes y trampas patriarcales que, entre otras cosas, tratan de deslegitimar nuestra complejidad vital y reducirnos a categorías manejables desde los púlpitos de aquellos de cuyos deseos está el mundo entero puesto al servicio.

En lugar de problematizar las opresiones compartidas, en tu texto se nos adelgaza a un sangriento blanco y negro y se nos invita a seguir una senda de cines, gintonics y carreras profesionales que se parece sospechosamente a los intereses de la ideología hegemónica. Me cuesta entenderlo. Tu saleroso artículo se deja tanto, tanto en el tintero, frivoliza y simplifica tanto, que duele por venir de donde viene.

La mal llamada «crianza natural» no es un movimiento social como lo caricaturizas, Natalia Haro. No es un bloque de prácticas en hilera, no es un club, no hay unidad ni discursiva ni de acción (y no entiendo, de serlo, qué tendría que ver con decir «holi» y «hasta nunqui», esa parte no la pillo).  Es una amalgama polifónica de reflexiones, rebeliones e intereses de texturas diversas que incluye sus contradicciones y sus tensiones internas. Es una búsqueda, como todas las elaboraciones que desafían al poder vigente. Y esta multiplicidad de voces son una reacción a las violencias machistas y coloniales contra las maternidades que se normalizaron en la segunda mitad del s. XX en el mundo industrializado, no solo en los paritorios, sino también, y de forma más ominosa si cabe por fría y sostenida, en las consultas de pediatría. Por favor, Natalia Haro, no te olvides de esto, que hay gente leyéndote.

Amamantar, hacer colecho, usar pañales desechables, etc., son prácticas independientes y variadas que tienen en común solo un elemento: cuestionar la normalidad dominante en la crianza occidental. Desde el feminismo, desde la psicología evolutiva, desde la teoría del apego, desde el ecologismo, desde el anticonsumismo… —e, incluso, desde el conservadurismo extremo, sí— son muchos los puntos desde los que una persona puede decidirse a tratar de criar de una manera no avalada por la cultura actualmente mayoritaria e invisible.

Y es que la mal llamada «crianza natural» (mejor denominarla consciente, o ¿por qué no?, crítica, pues… ¿qué es lo natural sino lo que el poder en cada cultura define como tal?) no es una nueva hegemonía, no se ha convertido ni mucho menos en norma, no es lo que se hace por defecto en ninguna parte del mundo (por favor, demuestre lo contrario quien así lo crea).

Ahora sí vamos al fondo de la cuestión: en una mano tienes la fuerza de la costumbre, la cultura, la familia y sus preferencias incuestionadas (que suelen reproducir la mencionada tutela médica finisecular del no-lo-cojas-en-brazos-que-se-acostumbra), la industria, el comercio y la publicidad con sus miles de inventos para atiborrar la crianza de trastos y hacerlos parecer necesarios (ojo cuando dices: «la renuncia al chupete» como si hacer a las criaturas llevar un trozo de plástico en la boca no debiera ser cuando menos cuestionado…).

En la otra mano están Carlos Gonzales y otrås especialistas, algunas iniciativas comerciales pequeñas y unas amigas tuyas que quieren abrir el debate sobre cómo ejercer la crianza y te recomiendan cuestionar los métodos convencionales. ¿Que parte es la dominante, Natalia Haro? ¿De qué lado está El Poder? ¿Y por qué entonces sientes tanta ira contra la tendencia que es claramente minoritaria y por tanto más débil? Desde luego nadie debería decirte a ti cómo criar, pero que el diario.es publique un airada reacción contra el cuestionamiento de la ideología patriarconeoliberal en la crianza me parece, cuando menos, un desacierto.

Natalia Haro, coger toda la cultura que desde el pensamiento sobre los cuidados y sobre la escucha de las necesidades de la infancia se ha elaborado contra los mandatos del mercado, hacer un hatillo con ella y tirarla por el excusado me parece un error muy grave. Por salerosa que quedara la frase del wallapop. ¿Desafiar ese mandato que impuso a las mujeres que no amamantasen o que lo hiciesen bajo control médico, que es lo que hace Carlos González, desmontándolo desde la ciencia, lo interpretas como el «must» de la época? ¿Pero de qué lado estas? No entiendo.

Tampoco las cosas que aseguras que dice las he visto escritas por él, ¿nos pasas la referencia, porfa? ¡Y esa retórica de las malas madres que reproduces! ¿Tampoco vas a cuestionarla? ¿También es algo que tiene que ser utilizado y punto, como el chupete?

Estamos todas de acuerdo de que lo que no queremos es que nos exploten y nos releguen, pero lo que hay todavía que encontrar es qué es lo que sí queremos. Y, francamente, tener al mismo tiempo hijås y gintonics sin límite, ni siquiera los dictados por los organismos, por las necesidades del cuerpo chiquitito y del cuerpo puérpero, parece, más que una propuesta feminista, un mensaje publicitario. Mi carrera, mi gintonic y mi libido recuperada. ¿Esto es el estado español de la bárbara desigualdad económica y reacción patriarcal de 2017 o un maldito capítulo de Sexo en Nueva York? 

Y… ¿qué quieres decir, Natalia Haro, cuando relatas que se le dice adiós a la carrera y hola a la casa y la comida sabrosa cuando se materna de forma «natural»? ¿Desde qué clase de privilegio nos hablas? Desgraciadamente, son muy pocas las mujeres en edad reproductiva que hoy en día en el estado español tienen una carrera en lugar de un trabajo o incluso un trabajillo, si es que cuentan siquiera con ello… Pero la pregunta importante es otra: ¿por qué es un trabajo en este mercado laboral necesariamente mejor idea que estar en casa y maternar? ¿Por qué no reflexionamos sobre la ausencia de prestaciones sociales que permitirían cuidar para quien elija hacerlo sin tener que renunciar a ser económicamente independiente?

En cuanto a la epidural, Natalia Haro, no soy una experta ni quiero extenderme, pero te diré que, por supuesto, si hay mujeres que personalmente lo desean y ya que la ciencia y el mercado se lo permiten, deben poder tener criaturas a las que recibir desde un cuadro hormonal modificado artificialmente. Pero es necesario que si se critica a quien opta por un parto no alterado con drogas se dé la información completa sobre los efectos de estas. No ridiculices a mujeres que desean parir desde los cuerpos que son tal como son, no lo hagas. Si no las entiendes, lee más, escucha más, vocifera menos. No contribuyas a normalizar la capacidad de la clínica, tan colonial, de manipular y rentabilizar la vida y las capacidades de los cuerpos vulnerables.

Y dejo de comentar tu texto porque se me ha despertado la criatura. En resumen, en el asunto de la maternidad se entrecruzan todos los discursos que afectan al género, las estrategias patriarcales pasadas, presentes y futuras, además de la imagen social y la materia emocional de muchas mujeres. Por respeto, por salud, porque nos conviene, debíamos pasar por él como por un campo de minas, hilar muy muy fino, pensar muy profundo, escuchar mucho, callar a veces otro tanto y dejar de criticarnos unas a otras tan ligeramente. Cada cual negocia con este sistema invisible de desigualdad violenta como buenamente puede. Hagamos pensamiento y critica feminista mirando hacia arriba, señalando el poder, y no hacia los lados, hacia las compañeras y lo que ellas hacen, pues podemos, aun sin querer, acabar metiéndonos goles en nuestra propia portería.

Natalia Haro: dile a tu amiga que la quieres y la echas de menos, encontraos, hilad juntas, o separaos, que quizás el momento haya llegado. Pero déjanos criar en paz como nos sale de la entraña uterina a las que no oímos tan fuerte la llamada del trabajo ni del gintonic. Te aseguro que no hay ningún experto de best-seller ni ningún cristiano en nuestro útero (quizás, precisamente, por eso sea tan importante silenciarnos).

Eldiario.es: si vamos a hacer discurso sobre maternidades, por favor que aporte conocimiento y perspectiva. Que sea liberador y no nos venda al diablo del mercado por una triste bebida de moda. Y aseguraos de que aparezcan lås niñås y sus necesidades por algún lado, pues también es de ellås y su bienestar de quien se trata.

¿Cómo se juega a eso?

—Oye, que ya toca ser adultos.

—¿Y a eso cómo se juega?

—Pues depende mucho de si eres hombre o mujer, pero en general hay que ser una persona seria y agresiva, tratar siempre de tener razón y ganarle al contrario, cumplir horarios y expectativas ajenas, ganar mucho, comprar mucho, quejarse mucho, tratar de satisfacer el qué dirán de la familia extensa y los colegas, llenar el tiempo y el espacio de cosas, maltratarse el cuerpo, mirar adelante y atrás pero nunca arriba, abajo o a los lados. Y nunca, nunca pasarse de la raya ni querer pintar otra con tiza en el asfalto.

—Suena divertido. ¡Vamos!

***

—Vamos a ser novios, ¿va?

—¿Y a eso cómo se juega?

—Pues… yo hago como que tú gobiernas mi vida y la relación, tú haces como que no tienes emociones. Yo seré toda entusiasmo, tú la parte racional de la pareja… Ah, ya no importará nadie ni nada más, solo el uno al otro; consumiremos mucho, y al cabo de unos meses ya podemos empezar a tratarnos mal, pues donde hay confianza… ya se sabe.

—¡Vale! Me da que esta partida te la gano…

***

— Ay, ay, que creo que hay que ponerse a jugar a ser padres…

— Ah. ¿Y cómo se hace eso?

— Pues mira, hay que marcar estatura, llenar de cosas el espacio entre tus hijos y tú, decir mucho que no, hablar alto e imponerse siempre. Quejarse todo lo posible de los niños, no perder mucho tiempo con sus cosas,  tratar de que te salgan normalitos, humillarles, comprar mucho, decir que «no» constantemente, ¿ya lo he dicho? y… ¿qué pasa, que tú no has tenido padres?

— Sí.

— Pues haz todo lo que hicieron ellos que seguro que no falla. Total, aquí estamos nosotros como prueba de que se les dio estupendamente.

Cosas que he aprendido en los primeros meses de la personita

 

  • Para criar hacen falta un trapo o fular elástico, alguna ropilla usada, un aceite orgánico que tengas, tijeras de uñas de bebé y un montón de pañales. (Y biberones y leche si es el caso.) Nada más. Aparte de tiempo (¡una baja de mapaternidad en condiciones!), cuerpo y más gente ayudando alrededor.

(Cunas, cucos, nidos, moiseses, mochilas, carritos, parques, gimnasios, chupetes, portachupetes, trapitos, toquillas, sillitas, sonajeros, mordedores, toallitas bordadas, peluches, sabanitas, cremas, aceites de bebé, walki-talkies, ropa y sujetadores de lactancia… todo márquetin. Nada es necesario a priori ni cargarse de estas cosas ayuda, solo agobia. No debíamos tener listas de ajuares ni comprar nada antes de la llegada del bebé, solo hacernos con cosas cuando por lo que sea se ve que alguna hace falta.)

  • Que después de parir  o criando un bebé chiquitito te vengan a ver y te traigan bodis pijos y juguetes caros sobra. Regalos que sí harían ilusión: masajes, vales por una limpieza de la casa, bolsas de la compra llenas…

 

  • Los bebés quieren (me atrevo a decir que necesitan) estar EN personas. No en cosas, no en cajas, en personas. (Y no necesariamente en la madre/cuidadora 1, eso solo cuando están muy cansados o nerviosos.)

 

  • Los bebés quieren/necesitan hacer lo que hacen las personas grandes y eso incluye querer coger lo que tenemos en las manos. Es lógico, tienen que imitarnos para crecer en sociedad. Sigue siendo molesto, a veces, pero mucho menos si no te lo tomas como algo personal y lo comprendes

 

  • La personita hace las cosas que hace (revolcarse, balbucear, agarrar…) porque puede. Y cuanto más puede, más hace. No hay intención, repito, hace cosas porque puede hacerlas. Mmm, ¿a qué me recuerda esto?

 

  • Juegan con cucharas de palo, camisetas usadas y envoltorios de plástico. No con esos juguetes tan caros y brillantes que te han traído las visitas

 

  • Los bebés no son criaturas gritonas, hediondas e incomprensibles envueltas en telas y metidas en cajas. Son cuerpecitos dulces y calientes que se acurrucan contra el tuyo

 

  • Huelen muy rico. No a la colonia de bebés.

 

  • Eso sí, desde el día 0 también roncan, les huelen los pies, eructan como si llevaran dos cervezas de lata seguidas, pero…

 

  • …hasta que no empiezan a comer normal, ¡las heces no huelen nada!

 

  • Mucha gente (y quiero decir mucha, incluyendo espontáneos callejeros, prepúberes y fuerzas de seguridad del estado) considera que tu trabajo como criante, por el que te paga un gobierno escandinavo durante doce meses, ha de ser sometido al escrutinio público. Por eso oyes comentarios de todo signo sobre crianza emitidos por cualquiera, desde quien ha criado hace décadas a quien no ha criado nunca ni lo va a hacer. Es cuestión de días ya que me ponga yo a hacerles comentarios sobre cómo deben desenvolverse en su empleo… ¿o es que acaso lo que se espera de mí es asumir que como mujer puedo ser cuestionada y punto?

 

Puerperio jubiloso

En un texto feminista sobre «maternidades» se enumeraban posibles sentimientos de la persona con cría. Todas eran negativas (encorsetada, sola, IMG_4315insatisfecha…) salvo una ¿positiva?: abnegada y feliz. Cópula  inoperante, a mi entender: la abnegación es vivir alejada de los deseos propios, la felicidad es habitarlos. Dentro y fuera a la vez, no me vale.

Los feminismos deconstruyen apasionadamente las «maternidades» desde diversos lugares, y así sigan muchos años. Pero no olviden, compañeras, que entre las muchas formas de no estar bien, brillan algunas de estarlo. Yo misma escribo como persona feliz de ser, aquí, con personita. Quizá sea necesaria menos chicha verbal en lo des/natural y lo des/apegado de la crianza, y un poco más de lucha a favor de crear estructuras consistentes para poder elegir de hecho un puerperio jubiloso.

Desde la economía feminista sabemos que el neoliberalismo desvaloriza los cuidados y se erige sobre la trampa de precarizarlos. De ahí que haya que exigir unas condiciones económicas justas para quien elige vivir su vida con personitas. (Y dedicarse menos a hablar de compartir las migajas, cuando lo que hace falta es conseguir una baja mapaternal seria.) Pero hay otros cuidados que el sistema más bien no quiere que llevemos a cabo, desde el punto de vista de cómo nos relacionamos. Criar no es emprender una carrera para poner espacios y cosas entre persona y personita cuanto antes, no debería serlo. Como relacionarse no debería ser juzgarse, usarse ni ponerse enfrente de «la otra», sino cuidarse en recíproco.

Cuidarse entendido como mirarse, escucharse, tocarse, atenderse, darse mimos. Ser cariñosa y abrazante con quien lo necesita, darle espacio a las pieles, las risas y lo retozón y lo rico. Todo eso que habíamos olvidado, a mí me lo está enseñando personita. De ese cuerpo pequeño cuido como del mío propio (o mejor dicho, aprendo a hacer esto último) y con él construyo con piel y tiempo el paraíso afectivo con el que alguna vez soñé/soñamos -y desde cuya ausencia emergió mi/nuestro patrón relacional de escasez-.

Lo llamaréis sacrificio. Para mí sacrificarme y abnegarme es darle mi cuerpo, mi tiempo y mi deseo al capital para que se reproduzca y nos mate. No estoy más cansada, más alienada ni más opacada en la «maternidad» que empleada, lo aseguro. De entre un día de frío de oficina a pasarlo junto a un cuerpo calentito que se ríe, me quedo con lo segundo. Soy más feliz que nunca porque me levanto sin prisa por la mañana y me dedico mínimo a pasar el tiempo con una personita que me gusta. (Y también escribo y leo y socializo más que antes.)

No es tan sencillo, diréis. Hacen falta igualmente poder de consumo, tiempo propio y seguir siendo sujeta económica independiente. Bien, dame unas condiciones óptimas de parto, dame una baja de un año al cien por cien del sueldo (en vez de esos cuatro meses que son un insulto y un desafío a la reproducción), dame un sistema serio de educación preescolar, y entonces seré libre para construir mi libertad y mi gozo también a través de esta etapa de mi vida.

Abuelaje

El entrañable abuelito de Heidi. La divertida abuela de Roald Dahl. El inolvidable abuelo de Galdós-Fernán Gómez. Los cuatro abuelitos de Charlie y la Fábrica de Chocolate. El mítico abuelo de Miss Sunshine. El dulce yayo de Médico de familia. (Se me ocurren muchos más abuelos pero pocas yayas representadas con agentividad. Ay).

Sabios, cariñosas, protectores, acogedoras, cuentacuentos, consejeras, de regazo cálido, besuconas. deus ex machina de la modernidad casera y cotidiana… Uf, que me está dando a mí que también con esto del abuelaje nos han vendido un rollo patriarco-macabeo.

Todavía estoy intentando digerir la gran y degradabilísima sorpresa de que las dos abuelas y el abuelo que mi hijo tiene, lejos de procurar su bien con sus acciones (que en esta fase puerperal pasa necesariamente por la paz ambiental , la protección del exterior y el bienestar de madre y padre, indiscutiblemente), se lancen ciegamente a las siguientes prácticas (selección):

  • Tratar de imponer con distintas estrategias los modos de crianza  imperantes en los años ochenta. Esto, lejos de una anécdota graciosa para «blogs de mamás» es un gravísimo insulto y un atentado contra la integridad moral de los progenitores, pues mientras la criatura esté aparentemente sana y a salvo, nadie, es decir, nadie, tiene nada que decir sobre su crianza si no es previamente consultada/o.
  • Sacar fotos. Muchas. Todo el tiempo. Con flash.
  • Obligarle a sonreír con diferentes tácticas invasivas. Para las fotos.
  • Colgar las fotos en redes sociales. Por supuesto, sin permiso materno ni paterno.

Padre, madre, suegra: mi hijo tiene muchas tías y tíos que por el camino he ido anexionando a mi familia. Mi familia real, la del espíritu, la que te respeta, te cuida, te da calor, no disgustos, hiel en boca y un empacho anual en noche»buena». Creéis que el abuelaje es un derecho y os permite «usar» a mi hijo igual que quien se siente patrón por justicia y juega con personas y recursos para satisfacer sus fines espurios.

¿Es lo vuestro hermoso y pintoresco amor de abuela/o o un lamentable intento de recuperar un poder perdido?

Se hace saber

…y apareció la pregonera, que dijo:

Por ordeeeen

de mi poderoso coño

se hace saber…

  • Los primeros tres meses de embarazo es muy frecuente que haya que sobrellevar náuseas constantes, dolor de pechos, fatiga y otros síntomas que pueden consumir toda tu energía diaria. Al mismo tiempo, tienes que fingir que no pasa nada por miedo a perder un contrato u otras oportunidades —mientras escuchas y lees por doquier que las primeras doce semanas es  muy fácil que el embrión muera—. (Y también mientras la gente alrededor va conjeturando  a tus espaldas sobre tu estado.) Tortura.
  • Las embarazadas necesitan sentarse en los autobuses y el metro desde el principio. No ya tanto por el peso que cargan, sino por paliar el impacto de los frenazos, el miedo a caerse y a los golpes en la tripa.
  • La recién parida existe también después del parto. Existe y sangra. No vengas con un body de regalo a hacerle fotos al bebé con flas. Ella está exhausta, confusa, dolorida y muy necesitada de tu comprensión, tu interés, tus cuidados y ¿por qué no? un detallito que la ponga contenta. La diferencia para su sensible estado puede ser enorme.
  • Criamos desde nuestras tripas, tu opinión sobre cómo lo hacemos sobra. No presupongas que lo haremos como tú quieres. No dañes aun sin querer. Calla, observa y ayuda.
  • (El detallito puede ser un libro, algo de cosmética natural o, mejor aún, una enorme lasaña casera.)
  • Amamantar es como hablar: una capacidad natural que requiere de un aprendizaje social. Hoy en día son millones las lactancias maternas abortadas por desinformación y falta de apoyo (cuando no mentiras deliberadas desde la profesión médica: no hay mujeres sin leche). El problema es que no vemos a bebés mamando, y cuando nos llega el día, no sabemos dar de mamar. Pon una teta en la calle, mira las tetas jugosas de tu alrededor.
  • Es un crimen echarle colonia química a los bebés. Su olor natural es de los más hermosos y reconfortantes que hay sobre la tierra.
  • «No se vaya a acostumbrar» no es un criterio. No te vayas de vacaciones dos semanas, no te vayas a acostumbrar.No camines con muletas porque tengas una esguince, no te vayas a acostumbrar. Los bebés necesitan cosas que pueden no coincidir con tu interés inmediato. Unos meses de tu vida sin que este sea prioridad no van a hacerte más daño del bien que estás dándole a tu cría.

Menstruación, (anti)concepción, embarazo, parto, puerperio y lactancia son procesos de los cuerpos leídos como femeninos que no tienen suficiente espacio social. Se viven desde la sombra, sometidos a la humillación y la violencia del desconocimiento y las falsas creencias.

BASTA.

Hazles hueco en tu vida y el mundo a los úteros que se expanden y contraen, a las tetas que gotean leche, a mujeres, lunas, crías, hormonas…, vulnerabilidades que no son, al fin y al cabo, sino los fluidos y volúmenes en que vive el amor humano.