Perdona, una pregunta

¿Por qué aparcar el coche si coges el volante con la misma delicadeza con la que coges pechos?

¿En qué sentido decirte «hasta luego» si cuando te ríes parece que capitulas y que todo lo serio de antes era namás una broma?

¿Para qué separarme de ti si en tu lengua hay una palabra que significa «acariciarle el pelo con amor a tu amante»?

¿Con que finalidad ponerme de pie si todo lo que hacemos y es vital lo hacemos tumbados?

¿Por qué salir de mi casa si las personas que encontraré fuera no fruncen el ceño con tu frente ni (se ad)miran con tus enormes ojos?

¿Y tú sabes por qué debo ser una ciudadana de bien, si las caricias en el pecho te hacen llorar y sudar, y por lo demás tienes un sabor a mar que ni las ostras de la lonja ni los erizos ni nadie?

¿Cómo ponerme a limpiar si nosotros estábamos tan sucios?

¿Para qué planear el menú semanal si mi cuerpo solo pide chocolate y vino y todo lo que salga de tus manos-cocina generosa?

Mira, ¿y a santo de qué debo ir a la compra si tú hablas de Epicuro y de cuevas y afinas guitarras y te echas un poquiño de canela en el café?

¿Pa qué trabajar y poner notas si en tus gestos de placer se resume la cruda vulnerabilidad de la especie, que es el opuesto a la evaluación, al número y a la medida?

¿Qué objetivos cumplir esta semana si en los orgasmos contigo caben civilizaciones, bibliotecas, mitologías enteras, más el olvido eterno de todas ellas?

¿Por qué forzarlo y tratar de pensar y priorizar si tengo toda la sangre irrigándome los labios y al cerebro no me llega ni una gota?

(Si el lunes hiciera justicia a su nombre, me dejarían ser una lunática cachonda en paz. Joder, qué timo más gigantesco de cultura.)

Eucaristía del cuerpo consagrado

 

Ya desde el pórtico te seducen los sahumerios. A los lados, en incensarios de filigrana de plata arden trenzas de romero, salvia y menta untadas en resina de pino de mar, que van abriendo dulce y lentamente sus fragancias al paciente amor de la pavesa. Los aromas van penetrando tu conciencia rendida como una llave de vahos en espiral.

Caminas lentamente, y el mármol del templo se va inclinando a tu paso para ayudarte a llegar. Según avanzas van cayendo tus ropajes, tus joyas, los poderes mundanos, las neblinas del pensar, las palabras que sobran, el alquitrán. En plena y digna desnudez lunar llegas ante ellas. Te presentas. Ellas llevan túnicas y velos de vapor y sueño. Y solo hablan el lenguaje de la piel. Te reciben.

Empezáis el trabajo por los pies. Benditos sean los cimientos alados que te han traído hasta aquí, hasta el corazón lúbrico del templo. Alabáis lo rugoso de la piel de la planta, que a la vez es ternura y clama: caricia, espasmo, pasión, lamido. Dejáis poemas entre los dedos y ellas te imprimen bendiciones en las uñas, escuchan amorosamente a tus tobillos, hormiguean en tus tensas corvas y las hacen, por fin, descansar en la yerba al sol. En las rodillas alzáis plegarias a la dualidad original del turgente hueso y de blanda la corva que te permiten hacer y ser, y caminar vegetal y flexible, y no quebrarte.

Ya no ves tu cuerpo sino que lo eres tan plena y gozosamente que no puedes estar tan fuera de él como para mirarlo ni como para que te duela. Ahora, ellas también están desnudas. Cuando llegáis a los muslos, se echan a temblar los peces ciegos del inframar. Muslos de agua salada y mareas de miel que fluyen. En el coxis, suenan todas las músicas que has escrito con las ancas al caminar. Se oyen percusiones místicas, golpes de palma en la piel tensa del tamboril.

De repente, comienza el canto de unos labios acallados al abrirse, un desperezarse de granada henchida en sangre y en pepitas. Se está entreabriendo una voz que entona melodías como de alga rizada y zarzamora. Ellas lo saben y escuchan con los ojos cerrados y la boca abierta para poderse beber la canción toda.

Ellas siguen la labor y se acaracolan ahora en tu caldero vientre, cogidas de las manos en un corro. Hacen con su alquímica presencia que el veneno se torne latido de vida salvaje y plena. Te limpian con el humo ardiente de su aliento, queman con lenguas de fuego pétalos de palosanto y rosa en el espacio sagrado de tu útera al palpitar. Hecho esto, puestas en fila, contienen ahora tus pulmones como arena de playa entre manos inocentes. Tienen todo el tiempo del mundo para danzar la tonada de tu respiración. Se mueven felinas, gustosas, éxtasis. Saben que el alimento aire es el más preciado don que anima el agua de tu sangre y primavera. Respira. Respira. Respira para nosotras poder bailar.

La flauta se torna de nuevo tañido de tambor y, en el corazón, ellas te cuentan los cuentos-medicina que nunca antes habías escuchado, te desbrozan y limpian de rastrojos el prado del amar, y te dejan, como recuerdo, una medusa lila allí viviendo para que siempre sepas volver con los ojos de la víscera a tu visita al templo, para que no te vuelvas a alejar del territorio de tu carnalidad relatada.

En los brazos, poco a poco, con cosquilleos y susurros se van marchando. Con dedos templados inscriben letras antiguas en la piel suavísima de entre el corazón y la fosa del codo. Recitan nombres ya muertos y enterrados pero que aun dicen, les susurran a tus dedos nuevos platos que sabrás cocinar; presiones, roces y surcos que sabrás ejercer sobre otros cuerpos presentes para el amor; profecías y otras semillas para el campo fecundo del futuro.

Antes de irse, te lavan el pelo con vapor de azahar y manzanilla. Al hacerlo, te susurran silencios inmensos, bisbisean frutas. flores y secretos de humus en oídos abiertos como vulvas en ofrenda. Con todos sus dedos desfilando como blancas novias por tu cara, se visten, se van, se mueren de risa, se quedan.

 

 

Por qué se llamarán caquis

 

En la hora de la puesta azafrán de la Pareja, 

los hilos color gato de la edad enharinando 

la tersura río de la carne que fue altiva

solidaria y fiel a otras tersuras tensas

todavía.

Ahora sí, que empiece el amor y mucho

del cuerpo a cuerpo y desde el cuerpo

ahora sí en serio amando amando

sucesivo, trascendental, subversivo

desde el implacable amor a esta carne y fruta mías

y que sea como rezar, como salvarse

como que un cuerpo nutra a otro realmente.  

Y tengo que deshacer memoria

y desescamar todo lo viejo, lo difuso, 

lo que no se puede agarrar con las dos manos y la boca

lo que es sordo ante el poema que una vulva sabia balbucea

Para que así, solo queden la cofradía del bivalvo y de la perla

pues ahora que sé que se trataba de jugar

a una teta y a un bebé

a caquis, a sal de espuma, a erizos

a poner en contacto lo más blando, 

con lo blando

o con un pene en flor en tallo

a ser fruta en boca en boca fruta en boca,

a liberar lo fruncido en un espasmo como de cuerpo sideral agónico

de no me importa morir porque morir no se puede decir con la boca llena de fruta sin reírse 

henchir pulpa, rasgar la fina pielecilla

sacar lo de adentro

palosanto

para que fluya el mar, la esponja

y sentir orgasmos como plazas

el arte efímero de la mirada del ahogado

la desnudez, por fin, en la pupila

cuando sonríes niño

al decirte yo 

que qué bonito.

los peces de Cortázar

y mis medusas

ay, qué bonito.

déjamelo un poco, que te lo cuido.

Ese y yo

Y si lo único que me sale es el deseo

deseo labios en labios en labios

perfilar contornos temblorosos de pasión

y rendir después todo lo rotundo, derramado.

deseo buceo húmedo, sacral

olores crudos de tierra, espuma de marea, firma de un cuerpo

deseo sudor salado, pelos que encrespan, latidos sordos de tambor

cubrir mis venas desnudas con un abrigo de piel.

La de ese.

Hoy, si es posible.

No es adecuado, lo sé.

Porque es caer en el amor romántico.

Porque piensa en ti y quiérete a ti.

Porque la única relación es la de contigo.

Porque es feo y joven y raro y lo asustarías.

Porque no toca.

Pues así será.

Me lo creeré porque no me queda otra.

Porque ese no viene.

Pero, entonces, amenazo: me moriré de frío acurrucada

sobre una piedra

hueso en el hueso

y gritaré patética y ronca:

a mi me habían dicho

que piel.

por eso vine.

 

Relato ovulatorio

en el barrio del puerto

manchas de aceite

un derrame que escala

bruma melosa

la orilla rozando, laten,

pieles de hambre.

…y gentes de Cabeza Gorda

se abrazan a Ideas Gordas

pegadas a Frentes Gordas

buques mercantes

en/callan.

…y yo entre tanto,

lengua desatá del cuerpo

pompas de sangre en danza

temblor divino postrero

desgarro dulce, inflamado.

Juro vivir de amor por todo.

…ser, aproximar, reír, conectar

suspender, rozar, contener, dudar

comprender, jugar, sentir, palpitar

manosear

fluir, agarrar, humedecer, sacar

oler, respirar, crecer, aumentar

expandir, mirar, permitir, vibrar

localizar

diluir, mezclar, abrir, allanar

morder, amasar, pedir, cosechar

perder, estallar, morir, reventar

balbucear

Luna Llena refulge, regala.

Nadie la está mirando.

Pues pa eso que no haya luna,

o demos paso, por fin, a la esperada invasión de las hermanas bonobas.