Días de activismos planetarios, días de brazos cogidos, unas de otras, formando un muro humano contra la barbarie del macho dominador ampliada hasta el extremo a través de un capitalismo exterminador e impune. Días, entonces, de revisarselosprivis y acercarse a las compañeras hilando honesta y responsablemente desde la posición de una.
Cuáles son entonces las características que mi discurso y prácticas arrastran que pueden ser agresivas en detrimento de las demás cuerpas vulnerables. Ya erigió un examen de conciencia sincero y sólido la necesaria Coral Herrera en su blog, que sin embargo me dejó pensando si el uso de derechos y privilegios como expresiones sinónimas no estaba confundiendo algo el asunto.
A mí modo de ver, los derechos son todos aquellos factores de la realidad social que son susceptibles de ser suprimidos a través del poder y/o de la violencia y que hacen posible el bienestar social de los seres. Es deseable que los derechos se garanticen para todas las criaturas.
Sin embargo, los privilegios son un ejercicio cultural asentado de violencia sistemática en lo simbólico por el que unos seres oprimen, expolian o silencian a otros. Obviamente, no es deseable que sean para todo el mundo, y de hecho su extensión infinita provocaría la barbarie máxima.
Los derechos conllevan obligaciones, la primera de ellas, la de ser mantenidos con esfuerzo, consenso y ecuanimidad social. Los privilegios, por su parte, son la no-obligación por antonomasia, la transferencia de las obligaciones propias a las espaldas de quien queda virtualmente oprimidå en el acto de imposición de poder que el privilegio requiere para surgir efecto. Los derechos son muchos hombros arrimados, los privilegios son un puño reventando un labio en sangre.
Considero que una vida sin violencia, la educación y el acceso al conocimiento y práctica sanitarias no son privilegios sino derechos humanos básicos. No se ejerce violencia sobre otra persona ni se la expolia por vivir en un entorno más pacífico que ella. (Pese que a nivel del sistema económico la pazguerra consumista del norte global se nutra del expolio violento de natura y vidas en el sur del mundo). Otra cosa es que algunos derechos desigualmente repartidos puedan ser utilizados contra alguien y convertirse así en privilegios. Por ejemplo, si una está muy leída y formada y usa esta ventaja contra la compañera que no lo está, en lugar de buscar un espacio de comunicación asequible para ambas, está creando un privilegio maligno de una situación que a priori no tiene por qué serlo.
¿Cómo se construyen los privilegios? Diréis que lo soluciono todo hablando de lengua, pero, para mí, son como el elefante inmenso atado al poste con una cadenita de plata. La montaña de músculo y pesado hueso no levanta la pata para arrancar su leve atadura porque no entra en su cabeza que pueda hacerlo. Suena crudo, pero si millones de personas se juegan la dignidad y los jurdeles metiendo en las urnas listas con nombres de ladronas, si consienten en someterse a un poder prepolítico, de casta señorial, es porque no saben que no hace falta que un señorito la posea para que el terruño reproduzca la simiente. Creen que están arando la hacienda, pero no, lo que están arando es la tierra. Las gallinas sin corral también ponen huevos. Las diferencias en el discurso son diferencias en la realidad.
El privilegio es primeramente palabra: una masa de vibración, aire y saliva, una voluta de cerebro que se arrastra por el espacio neumático entre la piel privada del cuerpo y la piel común de la cultura compartida. Los privilegios se construyen en la comunicación, en las relaciones, tienen mucho de lingüístico y performativo, y son un cáncer que tenemos el deber moral de desafiar con nuestras actuaciones del día.
Hace poco una compañera asistía a una entrevista de trabajo en que un subdirector del centro la amenazaba con que en caso de no cumplir con unos objetivos trimestrales, iba a ser inmediatamente despedida del puesto. Ella es nueva en el país y no sabe que la legislación laboral de la región no permitiría tal cosa; además, al no no conocer el entorno tampoco sabe que ese hombre tiene problemas de megalomanía y la empresa está descontenta con su actitud y tratando de deshacerse de él. El tipejo no tiene prácticamente poder alguno, pero se marcó tal órdago que generó el inmediato efecto del acogotamiento total en mi amiga, arrastrada por el mango de un bastón invisible a la posición de elemento inferior en una relación desigual binaria que quedaba instituida con la pronunciación de la frase.
El privilegio se crea y mantiene en las interacciones, crece si no se lo mira de frente como un maguito de Oz y estalla en todas direcciones, sórdido globo de agua, cuando se aplica una punta de alfiler sobre cualquier punto de su superficie. Se concreta en las siguientes praxis, entre otras muchas:
– Privilegio de elegir las formas, condiciones y tiempos de la comunicación y, si es posible, alojarla en terreno propio
¿Nunca has oído a un familiar enojado exclamar: ir yo a verla, pero estás loca, ¡que venga ella!? Es uno de los privis favoritos del entorno familiar, pero se ve también en entrevistas en la oficina del jefe, en general cuando una es convocada a una reunión a un lugar y en un sitio concretos; cuando esx amante no coge el teléfono y solo es ellx quien se pone en contacto, etc.
– Privilegio de no dar explicaciones, de no asumir responsabilidad sobre lo dicho o hecho
A nivel masivo se ve en la clase política que roba y nunca devuelve y el empresariado que usurpa la naturaleza y las vidas con total impunidad. Pero también en el día a día, con las violencias cotidianas de criantes a hijås, por ejemplo: cuando seas padre, comerás huevos…
Se ve también en jefes y encargados que no tiemblan al informar de que no han hecho algo que debían hacer, y que te perjudica. Es lo coloquialmente conocido como la caradura.
– Privilegio de ser cuidadå pero no cuidar a la otra persona
En una organización antropológica residual que todavía está vigente se ve a madres, esposas, hermanas, sirvientas… ocupadas en el bienestar material y afectivo de los machos de la especie, mientras estos no consideran que los cuidados deban ser naturalmente recíprocos.
– Privilegio de imponer el punto de vista propio como el único válido y que la maniobra quede incontestada
Las explicaciones son cosas de la chiquillería, las mujeres, lås empleadås. Que si yo quería, pensaba o creía. Que si tengo la regla. Que si hoy estoy así o asá. Nunca he oído a mi padre tratar de explicar cómo se siente, porque lo que él siente, cómo su cuerpo privilegiado vivencia el momento, es lo que va a marcar la pauta para todås los demás. ¿Que desafías su autoridad? ¡Diantre de niño! Caprichoso, puta, pedante, flipao, loca.
– Privilegio de no ver la necesidad ni la integridad ajenas, de cosificar o despedazar a otras personas
Aquí entra la utilización colonialista en la cultura de las voces que no han sido incorporadas desde su subjetividad propia; la apropiación cultural; las generalizaciones; el egoísmo patológico… qué me estás contando; es tu problema, no el mío; no me importa cómo lo hagas, pero lo necesito para mañana.
Para ejercer privilegios hay que privar a otras personas de lo que les corresponde. Por ello son la causa infravalorada de la desigualdad social. Seguiremos tricotando sobre esto, de momento, creo que es urgente que dejemos de usar la palabra inocentemente como en «tengo el privilegio de estar aquí esta noche…» para decir «el honor» (o «es un regalo estar aquí con vosotras», como diría la socia).
La violencia del privilegio se ve en las violencias coloniales del eje global norte-sur. ¿Por qué no puede Europa tratar humanamente a la gente refugiada, a las criaturas refugiadas? Porque sería un cuestionar el privilegio y su identidad, esencialmente colonial y sangrienta, quedaría en entredicho.
Violencia del privilegio construido es la que se ejerce en el eje binario hombre-mujer. ¿Por qué tantos varones razonables no se suben al carro de criticar la estructura de género? Porque les da miedo perder los privilegios del trono que esta cultura les reserva, reyezuelos de la creación. Por eso muchos admiten ya la diversidad sexual (su derecho a amar a otros hombres), el acceso de las mujeres al empleo y el sueldo, (se deshacen de la responsabilidad de traer el sueldo alimenticio a casa), nuestra irrupción en puestos de responsabilidad (pues las que llegan hacen bonito-igualitario y son mujeres que no subvierten el orden patriarcal vigente)… y así se nos dejan caer otros derechos que mantienen inalterada la lógica del privilegio sobre la que están bailando los machos de la especie.