Regazo

A Isa, hoy

 

Un regazo que comprende a dos

es como tierra que juega a ser mar,

espuma ligera de tierra

crema lunar.

Amamos torpes dale que dale buscando siempre el abrazo original,

no lo encontramos

no, no servimos

no somos ella, ella no es ella:

la fórmula siempre falla.

Cada relación muerta es una madre muerta,

una silueta,

otra madre que no será.

Otra hija dejada a la intemperie.

 

Pero esta luna

la luna nueva de verano rememora

viste de carne narrativa al hueso que quedó

hidrata y reconstituye la forma difusa de los restos.

Hoy, coloco y enciendo una vela a cada amor que he sepultado

a cada escorzo de abrazo materno frustraído.

Reproduzco escenas rescatadas; las escucho, esas canciones; me pongo allí.

Porque he matado, reconozco, olvidando tanto.

Porque a las personas, coño, hay que cuidarlas.

Porque algún día arderá un fuego alegre en la campiña

lejos, lejos, de nuestra herida primigenia. Y nos dará a chorros una luz vivificante en espiral.

Contener en el regazo a alguien: darle limites, sentido, piel.

Salvarlo de la espeluznante indefinición de lo monstruoso.

Se hace lo que se puede, monedita de plata

perdida a su suerte en una cacharrería continental.

 

 

(Foto en https://www.pinterest.cl/pin/469711436130645160/)

Relato ovulatorio

en el barrio del puerto

manchas de aceite

un derrame que escala

bruma melosa

la orilla rozando, laten,

pieles de hambre.

…y gentes de Cabeza Gorda

se abrazan a Ideas Gordas

pegadas a Frentes Gordas

buques mercantes

en/callan.

…y yo entre tanto,

lengua desatá del cuerpo

pompas de sangre en danza

temblor divino postrero

desgarro dulce, inflamado.

Juro vivir de amor por todo.

…ser, aproximar, reír, conectar

suspender, rozar, contener, dudar

comprender, jugar, sentir, palpitar

manosear

fluir, agarrar, humedecer, sacar

oler, respirar, crecer, aumentar

expandir, mirar, permitir, vibrar

localizar

diluir, mezclar, abrir, allanar

morder, amasar, pedir, cosechar

perder, estallar, morir, reventar

balbucear

Luna Llena refulge, regala.

Nadie la está mirando.

Pues pa eso que no haya luna,

o demos paso, por fin, a la esperada invasión de las hermanas bonobas.

Hacer balance ¡y a ciclar!

Aunque es pronto por la mañana, el aire tiene hoy la consistencia de un visillo de ajuar a media tarde.  El día me sabe a brote, a frescor de poema dormido entre gasas. Tras un rato de dejarme imantar por sensaciones clorofílicas, me detengo cabal al quicio de la descarga. Tengo que hacer balance y sacar la placenta del congelador. Llegó el momento.

Año y medio después de dar a luz, percibo que estoy madura para salir del espectro emocional del parto. Debo despedirme del puerperio, ahora sí. Lo pienso mientras coloco a la criatura en la sillita desde la que me acompaña en la bici. (Todo este tiempo de porteo, carrito y autobús eché mucho de menos mi adorado vehículo, que simboliza espacios de posibilidad de mi vida escandinava.) Voy cantando cualquier canción arrumbada de la década de los dos mil y ya-no-bebé me acompaña con sus himnos élficos a grito pelao por la callejuela. Estoy profundamente contenta de vivir (vivir a lo ancho, no solo residir) con esta personita tan linda.

Amo la oportunidad que me da de aprender de lengua, de sociedad, de emoción y relaciones. Poder observarla en sus juegos, cómo empieza a narrarse el mundo, cómo confía en otras humanas, cómo se autorregula… es un regalo impagable. (Transito una ovulatoria  de chocho-cocacola con La Madre muy a tope, mejor no sigo…)

Volver a ciclar de nuevo es un descanso. La primera preovulatoria fue como quitarme toneladas de dolor comunal de encima. No seré yo quien abomine del estado hormonal/psíquico de mi puerperio. Antes al contrario: recorrer estos dos años y pico de preñez, parto y lactancia ha sido mi viaje iniciático, mi darme a luz y dilatar a partir de un agujerito el ancho espacio existencial que reclamo para la condición del ser de mis carnes y mis frases. Pero si menstruar mola, aunque en esta sociedad, duele, el puerperio ya ni te cuento…

Durante estos dieciocho meses de ser artífice de dos cuerpos simultáneos, he estado llena, llena de amor por la especie y el entorno.  (Amor no correspondido.) Toda la energía de mi cuerpo, orientando mis pensamientos y emociones, miraba hacia la creación de vínculos. El de mi bebé conmigo, pero también el mío con las abuelas, con las primas, las tías, las hermanas, les demás, el todo/la diversidad. Esto tiene pinta de función evolutiva, de tejedora psicológica puesta en marcha para la pervivencia de una especie gregaria.

Me han dado un plantío de calabazas. Yo entusiasmada vibrando de parto reciente carne calentita regazo florido busqué madre. Madre actualizaba twitter. Busqué suegra. Que me quería quitar al bicho para maternarlo ella. Busqué hermana. Que perseguía descalza a príncipes pedorros con mocasines. Busqué a otras puérperas. Y las vi hundidas, deslavazadas, átonas. O incólumes, con el alma acumulada en la cara interna del rostro y la eficiencia neoliberal en la leche. No conecté. Busqué colectiva. Qué frío. Tiritamos en la tundra social a la que hemos sido arrojadas. (Menos mal que existen personas ecológicas y orgánicas con las que cultivarnos juntas en rebeldía).

Adiós, puerperio. No seré más carne desnuda y lábil mendigando pertenencia y pertinencia ante oídos y espíritus tapiados. No en un sistema atroz como el que nos coloniza. Atesoro la fuerza impetuosa, la creatividad hechicera, la visión afilada que me has dado. Seguiré ejercitando los dones que me trajiste para mantenerlos siempre rodando. Digo gracias. Y me monto en la cicleta de mi cuerpo vivo y potente. Salgo al camino a florecer, morir, renacer, volverme un pedazo de tierra que resistirá plagas y maleficios químicos gracias a la vida persistente arrogante majestuosa triunfal. La que me salió por el coño. La que he logrado recuperar para (ahora sí) mi cuerpo soberano.