Sucesivas

«Ella es tu nueva yo y tú fuiste la nueva de alguien ». Ana R. Pajarito

«Tal si fuese la vida/ lo que el amante busca,/ cuántas veces pisaste/ este sendero oscuro/ adonde el cuco silba entre los olmos,/ aunque no puede el labio/ beber dos veces de la misma agua,/ y al evocar la hondura/ una imagen distinta respondía,/ evasiva a la mente,/ ofreciendo, escondiendo/ la expresión inmutable,/ la compañía fiel en cuerpos sucesivos,/ que el amor es lo eterno y no lo amado ». Luis Cernuda

 

 

1

Es rubia y sonríe. Me recuerda a Julie Delpy en la portada de Tres colores: Blanco. Tiene el pelo rizado y breve.  Se está casando y es feliz. A los lados de la pareja, el hijo de él (con casi la misma edad que ahora), la hija de ella. La foto sigue colgada en la nevera con un imán. El piso es un nido precioso. Honra la sabana africana y los setenta  nórdicos al mismo tiempo. Como en una rima urbana, hay varios elementos que recuerdan a mi propio apartamento. Especias, hierbas, tés y sales en estantes estrechos de madera cruda. También, un montón de libros rebosantes de brisas y de vísceras. Y cuadros por todas partes. Diría que más que él, me gusta lo que él (se) ha hecho estando con ella. O en plural. Nunca la he visto, pero la quiero mucho. Se llama Karin.

 

2

Tiene el pelo castaño, salvaje, y sonríe grande con los ojos achinados. Lleva una chupa morada y vaqueros, tiene las manos y los dedos romos de chiquilla. Nos encontramos por casualidad frente a frente junto al canal, y se hace a un lado para que su novio y yo decidamos con qué cara y qué palabras distintas saludarnos. O quizás sea yo la que titubea. A él parece que le da más bien igual; está feliz y le da igual. Pero yo estoy perdida. Mi hijo la observa y ni siquiera mira a su padre. Después sabré que se llama Annabel, aunque a mí me parece que debería llamarse Matilde. El niño habla de ella a cada rato. Me gusta Annabel, pero sé que nunca le diré nada de todo lo que (no) debería decirle.

 

3

Estoy en Grecia y en Bahía, en la playa, en la taberna, en el mercado. Junto a unos azulejos de la Alfama portuguesa. Me río y abundo, materno y leo. Curvas y rizos. Luz y colores. Mi bebé me mira con adoración. En otras lo miro y me derrito yo. No hay fotos en que su padre y yo estemos juntos, él nunca quería pedirle a nadie que nos sacara. Aún pendo de las paredes de mi antiguo piso porque se me negó la soberanía de descolgarme.  Qué coño se propondrá. Pero yo no quiero estar allí y no quiero que ella me vea. Quisiera que esté todo aquello libre de mí, no dejar rastro, para así estar yo libre, también, de todo aquello. Y de todo lo que ella me recuerda que yo fui, con/por/para/a él. Además, ella se merece una pared blanca, limpia, aunque en un rincón tras el sofá desborden ríos de papel pintado.

 


 

Páginas de libro, cuentas de collar, hojas en tallo. Los contactos entre nosotras serán mínimos pero, por otro lado, estamos engarzadas en un mismo hilo narrativo. Somos el mismo pedazo de madera tallada en esculturas diferentes; somos hermanas, hermanastras. Nos sostienen y nos encienden las mismas manos en tiempos y espacios diferentes, o en tiempos simultáneos, en espacios calcados. Una recibe los besos largos y húmedos que perdió la otra; aquella se pone el albornoz que esa compró; alguna agoniza de lo rica que es esa mano en tenedor que otra le enseñó a él que hiciera en la cama.

La exmujer en la nevera, la novia junto al canal, la madre en las fotos del cuadro. Puedo ser o no cualquiera de las tres y me calma que las tres existamos como tres momentos de una misma rueda absurda de narración y fluídos. Me calman Karin y Annabel, sus sonrisas como puertas de entrada a suculentos laberintos  oscuros de sueños y de deseo, en que yo habito. Sonrisas de mujeres que quieren amar pero que, como compartimentadas, no se dirigirán unas a otras, solo un momento, tal vez, temblando junto al agua. Separadas por membrana celular, por un inquietante sortilegio, separadas entre nosotras, y separándonos de ellos, y juntándonos a ellos. Y separándonos y volviéndonos a juntar. Y follando como diosas al principio. Y marchitándonos y florenciendo.  Y en el mejor de los casos aprendiendo ternura a trompicones. Y así. Y es lo que toca, qué le vamos a hacer: enfrentarnos al devenir con un poquito de alegría y de compás. Y sonreírnos, transformar.

 

 

Imagen: https://www.flickr.com/photos/pedrosimoes7/27172623985

 

 

 

 

Artículo de primera necesidad

20:26 ¿Hola?

 

20:46 Buenas

 

20:46 Necesito tu ayuda. Esta noche.

 

20:48 ¿Qué necesitas?

 

20:48 Que vengas. Solo estoy yo, y la criatura que duerme.

 

20:50 Depende de donde vivas y de qué sea. Había pensado acostarme ya.

 

20:51. Vale. Olvídalo. 

 

20.53 Bueno. ¿Pero no te vas a sentir mal?

 

20.54 No, no me voy a sentir mal porque he hecho lo que sentía, que era llamarte. ¿Y tú? ¿No te vas a sentir mal?

 

20.56 No, no te preocupes.

 

21:00 No me preocupo. Tengo problemas peores, como finalizar una relación abusiva teniendo una criatura en un país extranjero. 

 

21:02 Ah, claro. Pues espero que te sientas mejor. Dime si puedo hacer algo.

 

21:03 Ya te lo he dicho. Pero no quieres ayudarme.

 

21:07 Es que estoy muy cansado. ¿Me perdonas?

 

21:15 Necesitaba verte. Necesitaba presencia, piel esta noche. No dejo de pensar en ti desde aquel día y no sé por qué. Quizás porque me diste un poquito de atención y buen trato en un momento en que ya me había convencido íntimamente de que no merecía tales, que no eran para mí. Han sido muchos años en que me han hecho creer insuficiente, inadecuada, indigna. 

 

21:35 No quiero que estés mal.

 

21:37 Olvídate. Hagamos como que no te he escrito nunca. Volvamos a ser compas de trabajo nada más. Es mi culpa por estar al acecho de oportunidades para tener contacto contigo. En un momento muy triste y complicado de mi vida, me das mucha alegría, pero al mismo tiempo relacionarse contigo es difícil, y confuso. Ya está, ya no más. 

 

21:37 Es que no soy una persona muy social. Y estoy muy centrado en sobrevivir en el trabajo.

 

21:41 Olvidémoslo todo. Soy yo la que ha complicado las cosas con sus necesidades. Sería todo mucho más fácil si no les hiciera caso. ¿Te imaginas? Ser una mujer adecuada, que se olvida de lo que su cuerpo le pide. Me esforzaré.

 

21:45 Bueno. ¿Entonces vas a estar bien?

 

21:45 Claro. Eres tan amable. Buenas noches.

 

21:47 ¡Buenas noches! Y si necesitas algo, ¡avísame!

Regazo

A Isa, hoy

 

Un regazo que comprende a dos

es como tierra que juega a ser mar,

espuma ligera de tierra

crema lunar.

Amamos torpes dale que dale buscando siempre el abrazo original,

no lo encontramos

no, no servimos

no somos ella, ella no es ella:

la fórmula siempre falla.

Cada relación muerta es una madre muerta,

una silueta,

otra madre que no será.

Otra hija dejada a la intemperie.

 

Pero esta luna

la luna nueva de verano rememora

viste de carne narrativa al hueso que quedó

hidrata y reconstituye la forma difusa de los restos.

Hoy, coloco y enciendo una vela a cada amor que he sepultado

a cada escorzo de abrazo materno frustraído.

Reproduzco escenas rescatadas; las escucho, esas canciones; me pongo allí.

Porque he matado, reconozco, olvidando tanto.

Porque a las personas, coño, hay que cuidarlas.

Porque algún día arderá un fuego alegre en la campiña

lejos, lejos, de nuestra herida primigenia. Y nos dará a chorros una luz vivificante en espiral.

Contener en el regazo a alguien: darle limites, sentido, piel.

Salvarlo de la espeluznante indefinición de lo monstruoso.

Se hace lo que se puede, monedita de plata

perdida a su suerte en una cacharrería continental.

 

 

(Foto en https://www.pinterest.cl/pin/469711436130645160/)