Manual de usuarias

Enhorabuena por haber adquirido el dispositivo «Cuerpo». Le agradecemos la confianza depositada y le deseamos una grata experiencia de usuaria.

– De buena mañana, no abra los ojos. Quédese limpia y nonata sobre el colchón o embalaje y dispóngase a latir. Escuche los pálpitos de su dispositivo «Cuerpo» durante un buen rato. Siéntalos en sus diversas partes. Tome nota mental de lo que le susurran.

– Evoque encinas, olivos, manglares o un pinar. Recorra con su mente las posibilidades vitales que encierra el bosque. Imagine enredaderas salvajes tomando las ruinas de un centro comercial de periferia.

– Haga uso de su sentido del equilibrio y sus conocimientos geográficos y anatómicos. Siéntase donde está. Véase en la galaxia, la Tierra, el continente, la localidad, la casa. A continuación, levante el tenue velo de la piel y obsérvese por dentro. No olvide dedicarle un guiño cariñoso a sus órganos preferidos.

– Respire el cuarto, el día, el olor de las personas que están cerca. Proclámese poeta, guerrera de luz, hechicera, activista o cualquier otra cosa que le sirva para seguir latiendo y conspirando bonito en estos barrizales que habitamos conjuntamente.

– Ya está lista para abrir los ojos. Hágalo y a continuación regálese música. O escriba. O lea a gentes de bien. O dese un gusto. Emprenda cualquier actividad que le conecte con la esencia sacrosanta de su salud holística y colectiva.

– El resto del día: juegue, coma rico, hable por las orejas o calle hasta quedarse afónica, corra por placer, toque mucho, palpite a saco, trabaje poco, ocupe las manos en algo que haga que la vida merezca la alegría ser vivida. Y nunca olvide que todo, todo, hasta cagar, es político. Y poético.

El espejo embrujado

 

Me miro al espejo desde el yo patriarcal

 

Tienes cara de cansancio, de llanto, de vejez. Tienes la cara a cachos de colores. Das pena, chica. Pareces una placenta.

 

Qué desgraciaíta la melena que me llevas. Se te ha puesto la piel de plastiquillo malo con esto de parir, entetar y criar. Las verruguillas, uich, qué ascardo.

 

Tienes el cuello de Michelín. Las tetas floflas. Los brazos de tendera bulímica. Panzón, tragona. Toda pelúa, ahí, qué sucia. Hueles a meado. Es normal que ya no quieran holgar contigo.  

 

Ahora, me miro desde el yo sororo desdoblado

 

Haces bien en ocupar todo el espacio que puedas. Ahí empieza nuestra revolución. Eres puro hervor de sangre y eso se te nota en la mirada, en la sonrisa. Tu cuerpo es potencia elástica, es riqueza, es recurso del nuevo mundo que traemos agazapado entre las manos tejiendo de todas. Me encanta la panza colgona que antes llevaba un cuerpo dentro. Eras dos cuerpos en uno. Eras enorme.

 

Me gusta sentirte llegar a los sitios. Eres verbena y dignidad, luz. No te rindas, no te microscopices, fluye. Seguir entera y sumando es el desafío. Solo gustándote (de hecho, solo no entrando en tenerte que gustar para validarte) vas a conseguir retar al enemigo de la violencia-explotación-muerte.

 

Desprendes autoridad, empatía. Palpitas en sabiduría ancestral. Se ve que has vivido y que sabes que a ti el bacalao te lo corta quien tú decidas. Eres expansión, belleza vibrante, estás más buena que el pan, compañera. Tu cuerpo es un artefacto de placer y vida. Date candelita. Arrechucho que te llevas.

 

Conclusiones

 

Solo generando distancia se puede combatir al patriarcado de los ojos-cuchilla. Si nos miramos completas y no a trocitos (son ellos quienes nos despiezan y exhiben rebanadas, y nosotras quienes lo reproducimos siguiendo sus órdenes), lograremos vernos de verdad, como hebras de una malla vital que nos acoge y mantiene palpitando. No tuvimos “madre” nutricia, no tuvimos colectiva salubre que nos recibiera en amor al nacer, no hubo modelos de fuerza y placer a quienes parecernos. Por eso solo nos vemos desde los ojos de lo muerto, lo extractivo, el cálculo colonial de beneficios. O nos rebelamos o estaremos siendo cómplices de tanto dolor. La revolución empieza en las pupilas.

 

Imagen: Chema Madoz

Taller de gozo de vivir – por una personita de un año

La chiquillería es a la humanidad lo que la poesía al idioma: es imprevisible, rompe reglas, poca gente la entiende y casi nadie tiene tiempo para ella.

Aquí, una vibrante y dulce criatura que ya tiene un año, nos propone unas actividades para que aprendamos a vivir un poco más como personitas (y un poco menos como ratas de laboratorio neoliberal). Solo con ser leídas, ya pueden tener el efecto de rejuvenecernos el alma y arrugar el contrato diabólico que nos obligaron a firmar.

– Siéntete obligada a bailar cada vez que oyes ritmo, y baila

– Explora a placer cada nuevo territorio en que te encuentres, sin vergüenza alguna

– Relaciónate con (casi) todo el mundo desde la creencia de que quieren lo mejor para tu integridad y equilibrio

– Mira bien fijo el dedo que señala, en lugar de lo señalado…

– Registra todos gestos y hasta los mínimos cambios de expresión de las personas más queridas

– Chilla con ganas cuando te alivia

– Ríe y llora con todo el cuerpo

– Estudia bien lo que comes antes de engullir

– Componte una canción propia especial para hacer de vientre

– Métele a la gente los dedos en el ombligo impunemente

– Exige compañía y juego a gritos. ¡Que no te procrastinen!

Basta ya de comprar

Si para ti…

  • Todo se ha vuelto corto y rápido y precario
  • La cultura es hacer reservas y pagar entradas
  • Los viajes son comprar paquetes y hacer colas
  • Ya no lees, ya no escribes, ya no hay fiestas
  • Tus conversaciones con otras personas son catálogos de quejas y adquisiciones, alternativamente. Ni escuchas ni te escuchan
  • Tu vivencia social de los hitos vitales consiste en meras excusas para comprar y gastar
  • Cada vez que sales a la calle es para producir o consumir
  • Compras mucho que no necesitas y no te detienes a escuchar discursos ecologistas, decrecentistas ni de consumo crítico
  • Consumes los cuerpos ajenos para tu propia satisfacción
  • Te relacionas con tu cuerpo como con mercancía y como tal te dedicas a hacerle branding y un buen packaging  y un montón de selfis

 

Es porque… estás mal de la cabeza. Estamos mal de la cabeza. No tiene lógica que por hacer que siga girando una rueda que nos consume la vida y cuyos beneficiarios son otros, que nos dañan, sigamos comprando y comprando sin cesar, comercializando todos los aspectos de nuestra tierna existencia.

Hazte, haznos un favor a todas las personas y escribe lo siguiente, o similar, en el lugar habitual de tu lista de la compra, tu wishlist o tu taza de Mr Wonderful.

 

  • Vive una vida que merezca ser vivida. A tus horas y días réstales el trabajo para terceros y el consumo innecesario, ¿qué queda? ¿Cuánto placer en bruto?
  • Vive con otras personas: haz comunidad, porque cuando todo lo demás estalle —y estallará— esos vínculos serán lo único que tengamos. Pon en marcha una escalera cooperativa, un banco del tiempo, crea un grupo de autoconciencia, un equipo de fútbol, acompaña… Produce tejido social.
  • Haz. Aprende a hacer en lugar de consumir: haz pan, ropa, muebles. Todo nos hará falta cuando esta economía infame reviente
  • Retoza. Experimenta tu cuerpo y los otros cuerpos. Huele, lame, palpa, saborea. Sé cuerpo y el tiempo y el ansia desaparecerán…
  • Repiensa. Reconsidera lo convencional. Relengua cuando hables y escribas. Juega con la realidad, esta podría estar siendo nuestra última partida

 

Apuntes contra el terrorismo de la imagen corporal

descargaLa vergüenza que sentimos de nuestro cuerpo ha sido manufacturada. Nos han convencido de que hay una forma en que se debe ser y por tanto han demonizado las diferencias respecto a esta imagen única. Como no nos gustamos, compramos para tratar de llegar gustarnos. Pero nunca lo conseguimos, en una espiral sin fin de gasto y autoodio. Si todo ese dinero que tiramos anualmente en la industria de la «belleza» nos lo dieran de una tacada… ¿qué haríamos con él? Y, mejor aún, si lo retiráramos de la rueda dentada del capital, ¿qué ocurriría?

Dónde ponemos el dinero equivale a dónde ponemos la energía, y por tanto lo que compramos refleja nuestras creencias (o carencias). Seguramente haya algunos artículos de autocuidado que produzcan una satisfacción genuina, pero… ¿cuántos de los muchos que adquirimos cada año? El resto, nos mandan un mensaje de nuestra parte: no eres/estás lo suficientemente buena.

Y cuando crees que no eres suficiente, cuando tu presencia corporal te produce vergüenza, cuando te cortas mentalmente en pedazos, no te consideras merecedora de procesos ni puestos que impliquen poder. Tu desprecio a ti misma te hace alejarte de la posibilidad de gobernar tu vida y aspectos de gestión comunitaria.  La vergüenza, el asco que sentimos de nuestro cuerpo han sido manufacturados para que no aspiremos a ejercer poder ni siquiera sobre nosotras mismas. La frase soy suficiente y no necesito eso encierra una descomunal potencia de subversión.Raise the Roof: Cal Shakes 40th Anniversary Gala

Se ha conseguido que nuestra identidad se base en trampas externas, como los estereotipos de género, edad y este terrorismo corporal de las multinacionales ante el que tan laxamente vegetan los gobiernos e instituciones educativas. Que esto es un fenómeno de autoodio masivo, que estamos en guerra contra nuestros cuerpos es un hecho, de ahí la violencia contra el propio y el ajeno, de ahí los trastornos de la alimentación, el estigma.  Y sin embargo, toda persona debería gozar del derecho a ser un cuerpo respetado, y a conectar con otras (ser amada).

A continuación, 10 propuestas de Sonya Renee Taylor para frenar la invasión de la tristeza y el odio:

  1. A la basura con las revistas y otros soportes de mensajes tóxicos. (Estamos literalmente pagando para que abusen emocionalmente de nosotras.)
  2. Vigila cómo hablas de tu cuerpo y de los ajenos (porque tu cuerpo está escuchando). No te hables sobre tu cuerpo peor de cómo hablarías a tu mejor amiga sobre el suyo. Tanto la vergüenza como el amor radical al cuerpo propio son contagiosos.
  3. Revisa tu mentalidad: tu cuerpo no es tu enemigo. De hecho, tu cuerpo trabaja a tu favor cuando de sanar una enfermedad se trata, po rejemplo. ¿Qué tiene de útil estar en guerra contra mi cuerpo?
  4. Crea un mantra para combatir las voces de la vergüenza en tu interior. A base de repetirlo, cambiarán los patrones de evocación neurológica.
  5. Olvida el pensamiento binario. No somos lo uno o lo otro:  bellas/feas, éxito/fracaso, hombre/mujer, blanco/negro. Necesitamos apreciar el espectro completo para llegar a ser seres humanos en todo nuestro potencial.
  6. Explora el terreno: conviértete en la mejor experta sobre tu propio cuerpo a través de la práctica de la reconexión y la intimidad con él.
  7. Ponte en movimiento.
  8. Escribe una nueva narrativa desde ¿por qué no? lo «feo».
  9. Vive en comunidad. (Los microorganismos que crean la enfermedad no sobreviven a la exposición)
  10. Date tregua y disfruta del viaje al amor radical hacia ti misma.

 

(Apuntes del webinar gratuito que da la autora aquí)

preJuicios

Anoche me encontré con una amiga que se quejaba de lo ruidosísimos que son sus nuevos vecinos. La están amargando a la pobre, pero de su relato hubo algo que me llamó poderosamente la atención y quisiera hoy elaborar. Olga y yo vivimos en un barrio guetificado, lo que hace que las posibilidades de que los gañanes inquilinos que la atormentan tengan origen extranjero sean de por sí muy altas. Además, las costumbres sociales que describía en su relato no correspondían precisamente a las de una familia escandinava.

No obstante, en ningún momento, nunca, utilizó ella la presunta nacionalidad de los vecinos para referirse a ellos. Y eso que me dio la tabarra un buen rato con el tema. Pero ni con sorna ni en tono neutro ni nada de nada: nunca supe de dónde eran. Y me pregunto: ¿cuántas veces ocurre esto? ¿No es cierto que por norma enseguida corremos a meter al «otro» en la casilla de un grupo social concreto (sea por origen, género, edad, etc.), sobre todo cuando hace algo que consideramos malo? ¿Qué estamos haciendo cuando destacamos la nacionalidad del conciudadano machista o de la empleada gandula si realmente esta es intrascendente para el propósito del relato?

Para entenderlo, propongo el siguiente…

 

Ejercicio para detectar y fulminar prejuicios

  • Escribe las siguientes palabras separadas ocupando una página o en seis pedazos de papel: tarjeta, italiano, cama, mujer, perfume, árabe
  • Para cada una de ellas, escribe durante un minuto todo lo que se te ocurre. ¡No filtres! Solo piensa en la palabra y escribe de forma automática todo lo que te venga a la mente.

Ejemplo: medusa: picadura, mar, Grecia Antigua, convertir en piedra, bruja, gelatina, blog, mala, blanca, pis, playa, socorrista buenorro, nadar, Cala Ratjada, flota, tentáculo…

  • Ahora, toma cada palabra de nuevo (o en el reverso de cada pedazo de papel) y escribe una definición relativamente neutra (con más o menos google, no importa):

Ejemplo: medusa: animal celentéreo (wikipedia) con forma de sombrilla que se encuentra en las aguas de mar y causa picaduras venenosas no mortales en los seres humanos

  • Vuelve a la lluvia de ideas que hiciste al principio, y subraya las palabras que no has escogido para aparecer en tu definición. Usa un color para elementos que habrías incluido en una definición más detallada, otro para lo que creas que cualquier otra persona haya puesto en su mapa mental, y otro para lo que crees que es exclusivamente tuyo.

Ejemplo: Grecia Antigua, convertir en piedra, bruja, gelatina, blog, mala, blanca, pis, playa, socorrista buenorro, nadar, Cala Ratjada, flota, tentáculo, etc.

  • Ahora puedes interpretar el contenido de tu conciencia en función de las tres categorías de ideas que tienes en el papel. 

 

  1. Por un lado, está lo que consideras el saber neutro sobre un concepto (que también tiene su aquel y hay que cuestionarse, pero eso es materia de otro ejercicio)
  2. Después está la vivencia que tú has desarrollado en relación con el concepto, cómo te has relacionado con él desde tu afectividad y tu cuerpo. Aquí cabe preguntarse si en algún momento expandimos desde lo particular a lo general; es decir, si como me pasó «esto» con «un clip» que era «así» debería extender ese conocimiento (la posibilidad de que sea de un modo o algo pase de esa forma) al resto de elementos de la categoría, a los demás clips de la cajita y del mundo
  3. Y, por último, el contenido también emocional pero compartido con la comunidad de hablantes, que es un espacio propicio para la proliferación deel prejuicio y el estereotipo. Lo interesante sería pensar de dónde nos ha llegado el mensaje de que  ante «tal cosa» haya que reaccionar «de tal manera», quién lo ha dicho, y qué interés podría tener ese sujeto enunciador en que yo reaccione así.

 

Por ejemplo, si sobre «mantel» me ha venido a la mente «muy blanco», determinaré que la asociación con la blancura viene exclusivamente de la publicidad televisiva y que quieren hacerme creer que es necesario que la ropa esté muy blanca para estar limpia o para que yo viva a gusto. Si sobre «joven» me ha venido «nini», y me doy cuenta de que es la prensa comercial, que pertenece a ciertos grupos empresariales, la que me ha hecho pensar que las personas jóvenes vegetan, tengo  ahí materia para desenredar el porqué.

En conclusión, me doy cuenta de que en realidad no necesito que la ropa esté brillante, y que de hecho en ese encadenamiento se esconde un mensaje peligroso (por lo antiecológico, consumista y eurocentrista), por lo que probablemente trataré de contrarrestarlo o bloquearlo en el futuro.

Los prejuicios y estereotipos son necesarios para establecer y mantener la comunicación, no son algo malo de por sí. De hecho, las propias palabras, como signos semióticos, son prejuicios en sí mismas, pero son la forma hegemónica que tenemos que trasvasar ideas entre cuerpos (aunque habría que darle más y más importancia a las otras formas, progresivamente…), y las necesitamos. Ello no significa que no empecemos a usarlas con responsabilidad y aprendamos a desactivar las trampas (a veces mortales) que nos meten entre los pliegues de sus faldas.

 

Los círculos de espuma

Otro nombre para otro blog que se escribirá un día. Los círculos de espuma en el vaso de caña son la huella de un aprendizaje, de una herida, de una palabra… que son todo la misma cosa. Las historias que nos bebemos, cualquiera que sea su calidad, dejan en nosotras muescas que se nos enroscan en el interior del cuerpo. El alma es la sucesión de esos círculos en una espiral que se abisma hacia el fondo del vaso.

Ejercicios para encontrarse el alma:

  • Acódese en la barra de un bar de su ciudad favorita con una persona a la que encuentre al menos levemente interesante
  • Pida una caña.
  • Aguarde con ojos esperanzados a ver qué tapa le traen. (Nadie dijo que la mística no se pudiese conjugar con el pincho de morcilla.)
  • No saque el móvil. No le hace falta. (Si es usted muy revolucionaria, entonces apáguelo).
  • Hable. Hable. Juegue. Hable. Ría. Deje que las palabras se pesquen unas a otras, que se imanten. Dé salida a las imágenes que anegan su mente y su cavidad estomacal.
  • Escuche, métase en las historias que está oyendo. Vívalas. Llore, ría aún más. Ábrase de jugos a lo que se le está diciendo. Compartir palabras es un supremo acto de amor que hay que recibir con dulzura.
  • Pida otra.
  • Hable-ría-escuche-enfurrúñese-indígnese-carcajéese-beba-picotee(-mire opcionalmente al moreno del final de la barra)
  • Pida otra
  • Cuando su compañía acuda al excusado (esto se podrá acelerar mediante la presta solicitud de más cañas), concéntrese en los círculos que han dejado sus labios en el vaso. Visualícelos como narraciones, palabras, actos de lenguaje. Cuéntese de nuevo lo que ha hecho y lo que ha dicho, lo que es.
  • Entorne los ojos. Déjese llevar.
  • Estará usted  en contacto con su alma. Trátela bien, llévela al parque, déle una alegría. Es una niña.