Que no me tomo un café contigo, coño

Venga, mujer, es solo un café. Qué te cuesta.

No nos lamen el oído con esto solo cuando de satisfacer el ego de hombres se trata, sino que a menudo nos vemos obligadas por las circunstancias a invertir nuestros recursos en personas que a la postre nos hacen daño. Es Lo Normal pasar tiempo con gente que no nos trae el bien.

Pero ¿y no será menos costoso al final exponerse a las consecuencias de no hacer Lo Normal que ver nuestro tiempo, dinero y energía invertidos en lacerarnos?

La violencia simbólica campa a sus anchas por nuestras relaciones con nosotras mismas y las otras personas. Y la estamos de hecho alimentando (1) si no nos dedicamos a rebuscarla en los recovecos donde la Normalidad se agazapa y (2) si cuando la reconocemos no nos plantamos ante ella.

Últimamente en esos cafés Normales con gente Normal he oído perlas como:

 

«Y el niño se puso a llorar en la vacuna. No lo entiendo, mi niña no lloró, y se supone que él debe ser el fuerte»

«Claro, dices eso porque a ti tu novio te ayuda con la casa, qué suertuda, no te jode»

«Llevar a tus hijos con zapatillas de esparto a la boda es una grandísima falta de respeto a los novios»

«Ah, que es marroquí. Es que a ti quién te manda»

«Estoy fatal. Hace una semana que no me hace caso ningún hombre»

 

No. Basta, Será Lo Normal pero nada de esto es lo aceptable. Reivindico para mí mi tiempo y mis recursos para ponerlos en lo que me expande la conciencia y a buen recaudo de situaciones que me acuchillan la sororidad.

Que no me tomo un café contigo, coño. Que mi tiempo es mío.

Pippi.L_1

Los círculos de espuma

Otro nombre para otro blog que se escribirá un día. Los círculos de espuma en el vaso de caña son la huella de un aprendizaje, de una herida, de una palabra… que son todo la misma cosa. Las historias que nos bebemos, cualquiera que sea su calidad, dejan en nosotras muescas que se nos enroscan en el interior del cuerpo. El alma es la sucesión de esos círculos en una espiral que se abisma hacia el fondo del vaso.

Ejercicios para encontrarse el alma:

  • Acódese en la barra de un bar de su ciudad favorita con una persona a la que encuentre al menos levemente interesante
  • Pida una caña.
  • Aguarde con ojos esperanzados a ver qué tapa le traen. (Nadie dijo que la mística no se pudiese conjugar con el pincho de morcilla.)
  • No saque el móvil. No le hace falta. (Si es usted muy revolucionaria, entonces apáguelo).
  • Hable. Hable. Juegue. Hable. Ría. Deje que las palabras se pesquen unas a otras, que se imanten. Dé salida a las imágenes que anegan su mente y su cavidad estomacal.
  • Escuche, métase en las historias que está oyendo. Vívalas. Llore, ría aún más. Ábrase de jugos a lo que se le está diciendo. Compartir palabras es un supremo acto de amor que hay que recibir con dulzura.
  • Pida otra.
  • Hable-ría-escuche-enfurrúñese-indígnese-carcajéese-beba-picotee(-mire opcionalmente al moreno del final de la barra)
  • Pida otra
  • Cuando su compañía acuda al excusado (esto se podrá acelerar mediante la presta solicitud de más cañas), concéntrese en los círculos que han dejado sus labios en el vaso. Visualícelos como narraciones, palabras, actos de lenguaje. Cuéntese de nuevo lo que ha hecho y lo que ha dicho, lo que es.
  • Entorne los ojos. Déjese llevar.
  • Estará usted  en contacto con su alma. Trátela bien, llévela al parque, déle una alegría. Es una niña.