Cuando saben más pedagogía en las agencias publicitarias que en las escuelas…

 

…la hemos jodido. Pero bien.

Los principios de la pedagogía son claros y meridianos desde hace tantos años que da ascopena que aún no se ejerzan en las instituciones educativas sistemáticamente. Si no desde la antigua Grecia, que sepamos, al menos desde Comenius, en el siglo XVII, se es consciente de que para que una persona aprenda, tienen que darse algunos elementos que conecten al aprendiente con el contenido: un acceso a partir de los sentidos, una relevancia vital y un modelo de la nueva conducta al que se desee imitar.

Por ejemplo, aprendemos a leer (de verdad) de niñas cuando es divertido y nos place, cuando se nos permite oler, tocar, degustar, decidir qué, cómo y cuándo meternos el libro en la vida, y si es que personas adultas (a las que llegar a parecernos es nuestra finalidad vital) manejan ese artilugio con naturalidad y frecuencia.

Esto es muy sabido desde hace muchos siglos y, sin embargo, todavía campan a sus anchas docentes mediocrillos que entienden la enseñanza como ejercicio de poder e imponen a sus estudiantes dogmas por obligación, haciendo oídos sordos al rugido del alumnado que «fracasa» ante planes de domesticación basados en oprimir impulsos vitales y fomentar la competencia feroz entre estudiantes.

Lo doblemente preocupante es que hay quien sí se ha enterado de cómo aprendemos: las agencias de publicidad y los medios, en general.  A través de la proyección de modelos «deseables», torpedean nuestros sentidos e interpelan a la sexualidad para darnos lecciones de vida cuando se han asegurado de que estamos escuchando. Gracias a los anuncios y a los productos culturales de (gran parte de) la televisión y el cine, hemos aprendido mucho. Somos alumnas/os aventajados en sumisión, inacción, individualismo, consumismo, discriminación, roles de género y edad (que nos hacen trocitos), violencia, soledad, muerte.

La pedagogía (que es contacto-emoción-palabra-comunidad-reflexión-descubrimiento-tiempo), puesta al servicio del interés común, esconde la revolución entre sus faldas. Hay que arrebatársela a los del beneficio propio, y venceremos, pues de nuestro lado está el sentido mismo de la especie, que es la vida y su cuidado.

 

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