No es tu culpa. No te enredes en telarañas ajenas, se han tendido con intereses concretos por los que conscientemente nunca votarías. No remes como galeota en la embarcación que nos llevaría si pudiera a los abismos de lo feo y lo ilimitado. Salte de ahí, quítate la ropa, límpiate de miserias de otros, empápate de empatías de otras, mírate. Repasa tu lengua, púlela. Fuera imperativos, perífrasis de obligación. Balancéate en una lengua que te arrulle, que te sea favorable, que te dé calorcito y piel cercana que conforta. Siento, necesito, agradezco, doy, recibo, descanso, descansan. Compañía, comunidad, comadre, cómoda, comida, comfortar.
No es cierto que ya no seas interesante. Cuida lo que lees. Que no haya rabia, que no sea el dios-mercado hablando por letras de mujer.
No es cierto que tengas que forzar el fin de la lactancia para poder volver a ser tú. No hay nada que tendría que estar pasando mientras Pequeña mama porque todo lo grande y lo indispensable que hay en el mundo ya está ocurriendo ahí, entre pezón y boca.
No es cierto que no te comuniques bien con Mayor. Ella te ama y te añora, solo necesita algo de tiempo para expandir el amor más allá de sus contornos.
No es cierto que tengas que ser otra, ni mejor, ni diferente. Solo que como no bailamos a tu alrededor en círculo para recordártelo, se te ha olvidado cómo de grande y bella eres.
Lo único cierto es que faltamos. No es nuestra culpa, pero debemos estar ahí. A ti y a las niñas debemos rodearos, cantaros, escucharos, miraros, mimaros, acariciaros. Vamos de camino, espéranos.