Ese y yo

Y si lo único que me sale es el deseo

deseo labios en labios en labios

perfilar contornos temblorosos de pasión

y rendir después todo lo rotundo, derramado.

deseo buceo húmedo, sacral

olores crudos de tierra, espuma de marea, firma de un cuerpo

deseo sudor salado, pelos que encrespan, latidos sordos de tambor

cubrir mis venas desnudas con un abrigo de piel.

La de ese.

Hoy, si es posible.

No es adecuado, lo sé.

Porque es caer en el amor romántico.

Porque piensa en ti y quiérete a ti.

Porque la única relación es la de contigo.

Porque es feo y joven y raro y lo asustarías.

Porque no toca.

Pues así será.

Me lo creeré porque no me queda otra.

Porque ese no viene.

Pero, entonces, amenazo: me moriré de frío acurrucada

sobre una piedra

hueso en el hueso

y gritaré patética y ronca:

a mi me habían dicho

que piel.

por eso vine.

 

Ritual

Te dispones a invocar al espíritu, a la diosa, a los geniecillos de bien para que nutran tu flujo sanguíneo en este nuevo día que tienes la suerte de recibir. Estás agradecida por ser y por importar. Lo celebras acostándote relajada en la capa de materia compostable que te enraíza. Bajas al cuerpo.

Preparas un entorno religioso para honrarlo: todos los detalles han sido cuidadosamente supervisados. Cuentas con una cálida cocina que evoca en hierro o barro cocido las despensas y hogares en que fuimos especie antaño. Quizás estés al aire libre en un banco de caliza o azulejo. Tal vez tu templo sea de arena o de jirones de memoria e ilusión entrelazados.

Huele a pan y a agua caliente. Puede que también a tomillo o a limón. Te lavas la cara, lavas la mente, y con este gesto aceptas e incluso juras dejarte guiar solamente por los sentidos e impresiones materiales del cuerpo sagrado que te has vuelto.

Hay un silencio armónico y cotidiano o música material, hecha por cuerpos. La temperatura es ligera, espiritualmente fresca. Por eso, la rebeca de punto te abraza con sus mil manos tejidas en regazo maternal.

Los instrumentos y ofrendas para la liturgia palpitan sobre el mostrador o cualquier otra superficie plana que te sirva como altar del sacrificio. Acallas la mirada por un instante y te concentras en el hechizo que está a punto de suceder en tu cuerpo que ya es caldero de magia y bien.

Ahora sí, que dé comienzo la eucaristía.

Elementos

Unas sonrisas de tomate benditas con un reguero de aceite de olivas nuestras. El tomate, fruto de otros, significa en azteca algo así como «agua abundante», y nos nutre con el color de nuestra sangre y la tersura erótica imparable de una pasión de agosto.

Unas rodajas de pepino, todo orgánico y con piel. Pepino ya se decía en griego antiguo y significaba «que se digiere bien». Nos nutre desde su agua limpia, su purificación ascética de los órganos de la digestión. Quizás también acuda a la fiesta su hermano melón, que significa, también en griego, «maduro». Otra opción es la sandía, palabra árabe que refiere al Sind, Pakistán, de donde también procedía el marino Simbad.

El pimiento es otro rehén colonial, viene de América, pero su nombre es latino y tiene que ver con «pigmento». Con unas rodajas de pimiento hacemos las inscripciones ceremoniales, y quizá escribamos «se vive», o un extracto precioso de poema corporal encarnizado.

La aceituna (árabe) u oliva (griego) es mensaje que gime desde las profundidades del gran tiempo. La pulpa densa y compacta de su fruto y su palabra trae misterios fundamentales de lo profundo de las raíces del árbol del bien.

En ocasiones, queso blanco de a orillas del mar Egeo. Su nombre viene del latín, y tiene que ver con el fermento, el suero, la levadura. El alma del queso en nuestra entraña catalizará la alquimia, ayudará a poner en marcha los procesos de la fascinación.

Comerás el pan, flor de la civilización, cumbre. Quiere decir «comida, protección» y en su esencia arrastra la memoria de mil dolores del agua, la tierra arada por ejércitos de manos rugosas, la verdad que vocifera el aire en los campos vulnerables del cereal por la tarde. Y sal. Palabra viejísima, como los huesos o como las piedras.

Quizás prefieras bizcocho, cocido dos veces, como la sombra que se cuela en tu cuarto para asegurarse dos veces que estás bien tapada por las sábanas y mantas. Alimento lleno de madre: leche, huevos, levadura, el dulce aliento del cuidado en flor.

Buenos días.

Manual de usuarias

Enhorabuena por haber adquirido el dispositivo «Cuerpo». Le agradecemos la confianza depositada y le deseamos una grata experiencia de usuaria.

– De buena mañana, no abra los ojos. Quédese limpia y nonata sobre el colchón o embalaje y dispóngase a latir. Escuche los pálpitos de su dispositivo «Cuerpo» durante un buen rato. Siéntalos en sus diversas partes. Tome nota mental de lo que le susurran.

– Evoque encinas, olivos, manglares o un pinar. Recorra con su mente las posibilidades vitales que encierra el bosque. Imagine enredaderas salvajes tomando las ruinas de un centro comercial de periferia.

– Haga uso de su sentido del equilibrio y sus conocimientos geográficos y anatómicos. Siéntase donde está. Véase en la galaxia, la Tierra, el continente, la localidad, la casa. A continuación, levante el tenue velo de la piel y obsérvese por dentro. No olvide dedicarle un guiño cariñoso a sus órganos preferidos.

– Respire el cuarto, el día, el olor de las personas que están cerca. Proclámese poeta, guerrera de luz, hechicera, activista o cualquier otra cosa que le sirva para seguir latiendo y conspirando bonito en estos barrizales que habitamos conjuntamente.

– Ya está lista para abrir los ojos. Hágalo y a continuación regálese música. O escriba. O lea a gentes de bien. O dese un gusto. Emprenda cualquier actividad que le conecte con la esencia sacrosanta de su salud holística y colectiva.

– El resto del día: juegue, coma rico, hable por las orejas o calle hasta quedarse afónica, corra por placer, toque mucho, palpite a saco, trabaje poco, ocupe las manos en algo que haga que la vida merezca la alegría ser vivida. Y nunca olvide que todo, todo, hasta cagar, es político. Y poético.

El vaso de agua

 

Resiste dignamente en un puesto periférico del cuarto

se alza

apenas unos palmos de la mesa

entre plásticos tíquets aparatos

en precario equilibrio, titila

vivo.

Aferra ese vaso de agua con toda la palma entera

siente el cristal frío en el núcleo del deseo

late con él.

Acércalo ahora a tus labios que agonizan

descansa los ojos viejos

y empieza a beberte el agua con todo (lo que sea que haya quedado de) tu cuerpo.

 

agua  y suelta los músculos del rostro

agua y abre el pecho, alivia

agua y manos que con arte flamenquean

agua y tripas reverdean poco a poco

agua y útero tambor y pulpo

agua para tus piernas que regresan

agua rumba berenjena

agua y las plantas de los pies enraizan

en el suelo

sobre el que nadas.

 

2019, y agua.

feliz vuelta al sol en colectiva

feliz vuelta encarnizada a la conciencia.

feliz fluir venga lo que venga lo que vuelva

feliz plenitud en triste

(y orgasmos y calderos y poemas)

te deseo.

 

Oración por un cuerpo

Descansa. Descansa, vida.

Fuera los elásticos, las cremalleras, los corchetes, los nudos y los botones. No hay nada que contener ni nada que mantener oculto. Estás en casa. Habitas cuerpo. El aire sabio y limpio de los relatos antiguos está danzando, justo ahora, para ti. Necesitas almohadas, almohadones, las sábanas frescas y limpias o ya suaves y templadas, abrazadoras.

Fuera los libros, los mandos, las llaves, malditas sean las pantallas. Las formas geométricas de los objetos van desapareciendo. Fluye la materia derretida como la lava del fin de una época. Las palabras se funden como en la fragua. Nuevas hechuras mágicas de las cosas y del cuerpo van titilando desnudas y vibrantes para tu mirada.

(Solo sabes cómo eres cuando te miras en el reverso del espejo. Solo podrás conocerte /amarte cuando por fin te mires con la cara oculta de los ojos.)

Todos los conductos de tu cuerpo están en horizontal y poco a poco sueltan la presión que contenían. Líquidos fluyen, se entreveran y se posan.

No hay más ley ni norma que un corazón obstinado y dictador. Que late. Palpita. Golpea. Todo el cuerpo está sometido a la ley del tamtam. Esa es toda la estructura y toda la Historia que necesitas.

Fluidos van. Fluidos vienen. Espuma que corona. Arena que arrastra. Meces tu visión entre las manos hasta que se desgrana y se pierde en la exuberancia soberana de las aguas vivas y arrogantes.

Huele a cabecita que besa un pecho derramante. Huele a ser amamantada por otro cuerpo bendito en descanso. O huele a la gloria de un sexo húmedo que se va enfriando despacio.

Te trasladas a la galaxia para frotarte el alma en leche y astros. Exfolias tu piel de identidades, egos y demandas caducas, que no sirven. Te raspas de los codos y talones los deseos calcificados que no traen fertilidad para ti ni para la tierra. Así, tu superficie se expande y se esponja y absorbe el agua de la lluvia plácida que ha empezado suave a caer, como un ensalmo. Estás descansando, por fin. Haces algo importante: descansas. Has dejado de ser visible, definible, identificable, gustable, seleccionable, parte de nada. Lates.

Estás a salvo.

Estás en la playa. En la buena. La que lava y nutre. Descansa, vida. Descansa.