Qué se vuelve la ciudad cuando la dejaste hace ya tanto. Qué te vuelves tú para la ciudad cuando te has ido. Qué pasó con ese ente terciario que formabais la ciudad y tú cuando erais juntas.
Las dos hemos cambiado mucho en estos años. De ella me quedaban aún: el dolor de espalda de los libros que he apilado por los caminos, un regusto a palabras asadas y a castañas certeras, y los umbrales rojos y valleinclán de cada noviembre. Pero ahora tengo a noviembre hecho bola de amargor en la garganta porque este año Madrid está enmascarada, aséptica, muerte y sin bares, y yo no puedo ir a verla/ ir a serla.
¿Tengo derecho a saber el pronóstico del tiempo en Madrid cuando ya no puedo cuidar a Madrid? ¿Es adecuado llevar por ahí en el cuerpo sus timbres, sus cadencias y colores cuando no estoy ahi tirando de la estaca con ella?
Echo de menos a Madrid, echo de menos a moratones sus paginas doloridas, sus manchas de grasa en pedazos tristes de ABC, los ladrillos de hueso astillado que la sostienen, tanta esperanza, alegría rebelde y revuelo de faldas en calles que huelen a pis de amanecer y poética tabernaria.
Yo solo ruego que quede algo vivo, algo común para cuando vuelva, algo que darle al hijo cuando por fin pueda llevarle a Madrid a enseñarle el mar donde yo antes naufragaba con gusto y sin gaviotas. Cuando vayamos a Mar-drid, que es lo que él dice, porque algo sabe.