Ya desde el pórtico te seducen los sahumerios. A los lados, en incensarios de filigrana de plata arden trenzas de romero, salvia y menta untadas en resina de pino de mar, que van abriendo dulce y lentamente sus fragancias al paciente amor de la pavesa. Los aromas van penetrando tu conciencia rendida como una llave de vahos en espiral.
Caminas lentamente, y el mármol del templo se va inclinando a tu paso para ayudarte a llegar. Según avanzas van cayendo tus ropajes, tus joyas, los poderes mundanos, las neblinas del pensar, las palabras que sobran, el alquitrán. En plena y digna desnudez lunar llegas ante ellas. Te presentas. Ellas llevan túnicas y velos de vapor y sueño. Y solo hablan el lenguaje de la piel. Te reciben.
Empezáis el trabajo por los pies. Benditos sean los cimientos alados que te han traído hasta aquí, hasta el corazón lúbrico del templo. Alabáis lo rugoso de la piel de la planta, que a la vez es ternura y clama: caricia, espasmo, pasión, lamido. Dejáis poemas entre los dedos y ellas te imprimen bendiciones en las uñas, escuchan amorosamente a tus tobillos, hormiguean en tus tensas corvas y las hacen, por fin, descansar en la yerba al sol. En las rodillas alzáis plegarias a la dualidad original del turgente hueso y de blanda la corva que te permiten hacer y ser, y caminar vegetal y flexible, y no quebrarte.
Ya no ves tu cuerpo sino que lo eres tan plena y gozosamente que no puedes estar tan fuera de él como para mirarlo ni como para que te duela. Ahora, ellas también están desnudas. Cuando llegáis a los muslos, se echan a temblar los peces ciegos del inframar. Muslos de agua salada y mareas de miel que fluyen. En el coxis, suenan todas las músicas que has escrito con las ancas al caminar. Se oyen percusiones místicas, golpes de palma en la piel tensa del tamboril.
De repente, comienza el canto de unos labios acallados al abrirse, un desperezarse de granada henchida en sangre y en pepitas. Se está entreabriendo una voz que entona melodías como de alga rizada y zarzamora. Ellas lo saben y escuchan con los ojos cerrados y la boca abierta para poderse beber la canción toda.
Ellas siguen la labor y se acaracolan ahora en tu caldero vientre, cogidas de las manos en un corro. Hacen con su alquímica presencia que el veneno se torne latido de vida salvaje y plena. Te limpian con el humo ardiente de su aliento, queman con lenguas de fuego pétalos de palosanto y rosa en el espacio sagrado de tu útera al palpitar. Hecho esto, puestas en fila, contienen ahora tus pulmones como arena de playa entre manos inocentes. Tienen todo el tiempo del mundo para danzar la tonada de tu respiración. Se mueven felinas, gustosas, éxtasis. Saben que el alimento aire es el más preciado don que anima el agua de tu sangre y primavera. Respira. Respira. Respira para nosotras poder bailar.
La flauta se torna de nuevo tañido de tambor y, en el corazón, ellas te cuentan los cuentos-medicina que nunca antes habías escuchado, te desbrozan y limpian de rastrojos el prado del amar, y te dejan, como recuerdo, una medusa lila allí viviendo para que siempre sepas volver con los ojos de la víscera a tu visita al templo, para que no te vuelvas a alejar del territorio de tu carnalidad relatada.
En los brazos, poco a poco, con cosquilleos y susurros se van marchando. Con dedos templados inscriben letras antiguas en la piel suavísima de entre el corazón y la fosa del codo. Recitan nombres ya muertos y enterrados pero que aun dicen, les susurran a tus dedos nuevos platos que sabrás cocinar; presiones, roces y surcos que sabrás ejercer sobre otros cuerpos presentes para el amor; profecías y otras semillas para el campo fecundo del futuro.
Antes de irse, te lavan el pelo con vapor de azahar y manzanilla. Al hacerlo, te susurran silencios inmensos, bisbisean frutas. flores y secretos de humus en oídos abiertos como vulvas en ofrenda. Con todos sus dedos desfilando como blancas novias por tu cara, se visten, se van, se mueren de risa, se quedan.
Alucinante
Quiero ser el poema, vivirlo, llévame a ese templo hermana!
Qué de maravillas.
Tú has estado allí? ❤
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Gracias 🙂 Ahora ese lugar vale mucho más que antes.
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