Dolor folicular

Tú estás ahí a lo tuyo, manejando sueños e ideas como serpentinas o brazos de diosa hindú, recogiendo restos amarillentos del desayuno o produciendo valor para el capital, como sueles, como si tal cosa. Haces como si nada, como si no estuviera ocurriendo, has olvidado. Y sin embargo, sucede. Una y otra vez, impepinable, fecundo, como esos perdidos veranos de sal quemada en la piel y erizos abiertos. En el arcano de tu cuerpo-templo, en las tinieblas rosadas de tu vientre, que huelen como el mar profundo huele, a mar y a pulido corazón de caracola. 

 

Un envoltorio de carne y pálpito a la izquierda o a la derecha de tu útera se rasga desde el interior, como haría un cuerpo madre. Sin mirar, sin ojos, como si no fuera magia. Y al abrirse, pare un huevo, así de grande, así:., como este punto:. Y el milagro oval se convierte en la célula más grande de nuestro cuerpo. La célula reina. Que ya viene muriendo, sacrificada, tras unas horas de gloria efímera, plasmática y brutal.

 

Y ese paso duele un poco, a veces, si estás atenta para recolectar el dolor. Mittelschmerz. Dolor del medio. Se trata de un dolor no inflamatorio, no hay tumefacción, calor, rubor. Es algo así como sentirse habitando el alma de la fibra que prolifera, bailando en el centro geográfico o cintura de la madeja. Es un dolor centrífugo, hacia fuera, espíritu de lo que expande y grita por un espacio propio. Es, quizás, como el dolor de los peces al crecerse peces grandes. Como un dolor de niñe en una ciudad sitiada. Como el dolor de unos ojos vivos arañándose contra una valla infranqueable de crueldad muerta.

 

El “folículo” es la bolsa, el origen-raíz nutricia, la función de maternar. Viene del latín y quiere decir saco, recipiente hinchado, con espacio y aire en su interior. Como palabra, está relacionada con el fuelle, con la huelga, y con el follisqueo, también (follar=darle al fuelle), Las malas lenguas etimológicas dicen que la raíz más antigua de la palabra además daría falo en griego, por aquello del receptáculo que se llena de sangre y hace de sí un estandarte cultural bajo cuyo yugo aún tratamos de ovular malamente, como podemos, con un dolor del demonio, o sin conciencia. 

 

Yo quisiera que todes quienes ciclamos empezáramos a ovular bonito. Luz y paz y música de algas nos deseo para el recóndito, sacral y valiente viaje heroico de nuestros huevos, que sí lo son, que no son perlas, que son huevos.

 

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