A Isa, hoy
Un regazo que comprende a dos
es como tierra que juega a ser mar,
espuma ligera de tierra
crema lunar.
Amamos torpes dale que dale buscando siempre el abrazo original,
no lo encontramos
no, no servimos
no somos ella, ella no es ella:
la fórmula siempre falla.
Cada relación muerta es una madre muerta,
una silueta,
otra madre que no será.
Otra hija dejada a la intemperie.
Pero esta luna
la luna nueva de verano rememora
viste de carne narrativa al hueso que quedó
hidrata y reconstituye la forma difusa de los restos.
Hoy, coloco y enciendo una vela a cada amor que he sepultado
a cada escorzo de abrazo materno frustraído.
Reproduzco escenas rescatadas; las escucho, esas canciones; me pongo allí.
Porque he matado, reconozco, olvidando tanto.
Porque a las personas, coño, hay que cuidarlas.
Porque algún día arderá un fuego alegre en la campiña
lejos, lejos, de nuestra herida primigenia. Y nos dará a chorros una luz vivificante en espiral.
Contener en el regazo a alguien: darle limites, sentido, piel.
Salvarlo de la espeluznante indefinición de lo monstruoso.
Se hace lo que se puede, monedita de plata
perdida a su suerte en una cacharrería continental.