Venga, mujer, es solo un café. Qué te cuesta.
No nos lamen el oído con esto solo cuando de satisfacer el ego de hombres se trata, sino que a menudo nos vemos obligadas por las circunstancias a invertir nuestros recursos en personas que a la postre nos hacen daño. Es Lo Normal pasar tiempo con gente que no nos trae el bien.
Pero ¿y no será menos costoso al final exponerse a las consecuencias de no hacer Lo Normal que ver nuestro tiempo, dinero y energía invertidos en lacerarnos?
La violencia simbólica campa a sus anchas por nuestras relaciones con nosotras mismas y las otras personas. Y la estamos de hecho alimentando (1) si no nos dedicamos a rebuscarla en los recovecos donde la Normalidad se agazapa y (2) si cuando la reconocemos no nos plantamos ante ella.
Últimamente en esos cafés Normales con gente Normal he oído perlas como:
«Y el niño se puso a llorar en la vacuna. No lo entiendo, mi niña no lloró, y se supone que él debe ser el fuerte»
«Claro, dices eso porque a ti tu novio te ayuda con la casa, qué suertuda, no te jode»
«Llevar a tus hijos con zapatillas de esparto a la boda es una grandísima falta de respeto a los novios»
«Ah, que es marroquí. Es que a ti quién te manda»
«Estoy fatal. Hace una semana que no me hace caso ningún hombre»
No. Basta, Será Lo Normal pero nada de esto es lo aceptable. Reivindico para mí mi tiempo y mis recursos para ponerlos en lo que me expande la conciencia y a buen recaudo de situaciones que me acuchillan la sororidad.
Que no me tomo un café contigo, coño. Que mi tiempo es mío.